Funciones de terceros

jueves, 14 de septiembre de 2023

Celos -Fragmento de Talía y el Aprendiz de Escritor- (de Marcelo Maggiolo)

 


Como todos los días llegó con su vestido blanco y su coronita de flores .

sobre mi cama había un montón de ropa tirada ....admito que me la probé y me mire al espejo muchas veces tratando de inventar un estilo para sorprender a Talía

Camisa celeste a cuadros chiquititos y pantalón beige con un pañuelo en el cuello ....no, así estoy para ir a La Rural .

Remera verde camuflada y pantalón haciendo juego...tampoco ...parecía un GiJoe ......camisa azul pantalón azul.....colectivero

Camisa hawaiana y bermudas .....turista yankee.

camisola gris y pantalones de lienzo ....muy hippie.

al final me decidí por una remera blanca y un jeans celeste con zapatillas de lona roja .

Se puede saber para quién te arreglas tanto?

perfume importado y ...lentes.nue....

los tenía desde hace mucho...

vos.....4.000 pesos Optica Marquez ....

que pasa no puedo arreglarme ? o tengo que estar todo el día en pantuflas y sin afeitarme ....

¿En qué andas gordi .....?

ahora revisaba el botiquín del baño ....crema antiage ....tintura para barba y bigote ...calcio para las uñas ...gordi ...no me digas que vas a la manicura también? naaaa riéndose .....

Abrime Talía.

pero de golpe se puso seria y a punto de estallar empezó a gritar ....claaaro yo todo el día trabajando para que el sr se la pase en la calle haciéndose el donjuán  ...se encerró en el baño y se puso a llorar .

Abrime Talía ....

no.....

no no te voy a abrir ...

Abrime o tiro la puerta abajo de una patada....

desde afuera se escuchó ...dejen dormir que mi marido trabaja de noche....

Cuando había tomado carrera para tirar la puerta abajo Talía me abre y terminamos los dos en la bañadera con la cortina de baño sobre nosotros dos .

Perdón perdón me asuste ....le dije .

Perdoname vos a mi ....

me agarró un ataque de bronca y empecé a tirar todo lo que encontré al inodoro.

el perfume importado también..?

también ...

y por que ..?

porque tengo celos de tu grupo de amigas, de tu grupo de canto, de tus compañeras de trabajo, de tu mama...

de mi mamá también ?

sonriendo respondió si

te quiero le dije

ya lo se

me cambiaste la vida...

también lo se ...

No quiero vivir sin vos ..quedate para toda la vida.

era lo que quería escuchar ....y se quedó dormida sobre mis brazos recostada en el diván

Fin

 

Cincuenta y cuatro años, tres meses y cinco días. (obra de teatro de Cacha Arruiz)

 

(Gerardo) Che, Tito, ¿tomamos otra?

(Tito)¡No, gracias!, tengo que irme Gerardo, me esperan temprano. Otro día nos juntamos y volvemos a hacernos los nostálgicos.

 

(El loco Sánchez) Nooo, de acá no se va nadie, ¡Tito querido! ¿Cuánto hacía que no nos veíamos? Un pilón, un pilón de tiempo que no nos damos un abrazo.

(Gerardo) Abrazalo Tito, porque éste, loco como es, hasta que no lo hagas no te deja de joder.

(Tito) Gerardo, me dijiste que el loco estaba más tranqui y sigue loco. Me estaba yendo señor Sánchez, de noche no me gusta manejar, tengo que andar por la ruta, hay muchos locos sueltos.

 

(El Loco) Quedate Tito, tengo una novedad, una bomba. Hoy es el día del reencuentro. ¿Saben quién vino, quién anda visitando el pueblo?

(Gerardo) San Cayetano, que anda buscando trabajo.

 (El loco Sánchez) ¡Ah!, estás gracioso. El Sordo Gorostiaga, el Sordo volvió. Lo crucé en la calle y me dijo, a los gritos me dijo; “esperame en el club”. Una cosa de locos, el Tito y el Sordo volviendo al pueblo el mismo día, mira que se han cagado a trompadas ustedes dos eh. Bueno ahora ya somos todos grandes y pelotudos, no se van a agarrar a las piñas.

(Gerardo) Gorostiaga, ¿por acá? Y el flaco Peregrino también anda.

(Tito) Dios quiera se haya compuesto, era medio boludón Gorostiaga.

El loco Sánchez) El nombre, ¿cómo era?, no me acuerdo el nombre.

(Unai Gorostiaga, el sordo) Unai me llamo, Unai. Buenas tardes, buenas noches.

(El loco Sánchez y Gerardo) Sordooo, qué haces sordo querido, tanto tiempo.

(Unai Gorostiaga, el sordo)¡Gerardo!, turro ¿no pensas envejecer? ¿Qué comes para mantenerte pendejo? ¿Qué contas Tito?, a vos loco ya te saludé hoy.

(Tito) ¿Y qué te cuesta volver a saludarlo? ¿De dónde venís? Nunca más se supo de vos.

 

(Unai, el Sordo) ¿Cómo andan ustedes?, enserio, mucho tiempo sin vernos, ¿todo normal por acá? Vos Tito, también te fuiste, ¿no?

(El flaco Peregrino) Buenas noches amigos.

(Tito, el loco y Gerardo) Flacooo, volviste flaco.

(Tito) ¡Qué alegría de verte, flaco, que alegría, tantos años sin darnos un abrazo, démonos uno bien grande!

(Unai Gorostiaga, el sordo) Con cuidado, no lo aprietes demasiado, a veces le suele doler la mandíbula.

(Tito) Si le duele ya me avisará él.

(Unai, El Sordo) Che, anduve caminando un poco y vi muy poca gente y no conocí a ninguno, tranquila la cosa, ¿no?, nada que ver con allá.

(Tito) ¿Adónde es allá? No te mandes la parte, qué… ¿te fuiste a vivir a Japón?

(El loco Sánchez) ¡Uy mamita, se agarran otra vez! ¿Te acordás Gerardo cómo lo puteaba el Tito al sordo cuándo le cruzaba la pelota de izquierda a derecha y el wing no la corría?

(Gerardo) Loco, dejate de meter ponzoña.

(El sordo Unai) Estaría mal dado el pase.

(Tito) Qué te vas a poner a hablar de futbol con éste.

(Unai, el sordo) Che si me siguen ponderando me van a hacer emocionar. Me ponían porque faltaba gente, ¿y ahora?, son menos y desconocidos, ¿con cuántos arman el equipo?

(Gerardo) Ya ves, no es lo que vos conociste, falta mucha gente, mirá cómo serán las noticias en el pueblo que lo que todo el mundo comenta es la venta del camión del viejo Álvarez, ¿te acordas de Álvarez?

(Unai, El Sordo) No, ¿Álvarez?, no, algunos recuerdos se me han borrado. Hubo un clic en mi vida, un momento bisagra.

(Gerardo) Ahora vas a hacer memoria, ¿sabes de qué me estaba acordando Sordo?, mirá qué casualidad, en estos días se van cumplir 50 años de la tarde aquella que a éste lo rompieron la mandíbula, ¿no, flaco?

(El loco Sánchez) Cómo te partieron la mandíbula de una patada, ¿de eso te acordas? El viejo Álvarez fue el que nos llevó en el camioncito.

(Unai, el sordo) La patada en la mandíbula… flor de patadón, 54 años se van a cumplir.

(Tito)¿Tantos? No puede ser.

(El flaco peregrino) Siii, hacele caso al sordo.

(Unai, el sordo) Así como Gerardo no envejece, vos seguís de bobo y porfiado, ¿Cuántos años teníamos nosotros?

(Tito)No me acuerdo. Y pará la moto con eso de bobo, porque vos no estás tan bien armado que digamos.

(Gerardo) Esperen, son estúpidos los dos, ¿se quieren cagar a trompadas?, ahora que están viejos y gagá, no los entiendo.

(El flaco Peregrino) Dejalo que se maten, siempre se tuvieron bronca, éste, allá no mata ni una mosca.

 

(Unai, el sordo) Y entonces… ¿para qué porfía?, en eso está igual que cuando éramos pendejos.

(Tito) Yo me voy, se hizo tarde y para hablar las mismas boludeces de hace cincuenta años, ¿para qué me voy a quedar?

(El loco Sánchez) Che Gerardo, ¿por qué se agarraban a los palos, estos tipos?, ¿por alguna minita?

(Gerardo) No, por mujeres no, si les tenían miedo a las mujeres, en eso se parecían.

(Tito) Yo, parecerme a éste, déjense de boludear. Y sigue igual, hace una cuestión por cincuenta o cincuenta y cuatro años, ¿a quién le importa tres años más o tres menos?

(Unai, el sordo) Burro, cuatro es la diferencia, cincuenta y cuatro te dije.

(Gerardo) Aflojale sordo, no te pongas pesado, cincuenta y pico de años sin juntarnos y en diez minutos tiras todo a la mierda. Quedate Tito, si te vas esto termina mal, busquemos estar tranquilos.

(El flaco Peregrino) Estas diferencias se licúan con un trago, ¿no atiende nadie acá?

(Unai, el sordo)Hace cincuenta y cuatro que me fui, nos fuimos. Pero tienen razón, perdón Tito. Tomemos un vermut con fernet. Sé acuerdan cuando le gritábamos; Pocholo, serví la vuelta. Ni plata teníamos, ¿se acuerdan?

(El loco Sánchez) Si, claro que nos acordamos, ¿y vos del viejo Álvarez?

 (Unai, el sordo) No, me quedó algo así como una memoria selectiva. 15 teníamos, 15 más 54, ¿Cuánto te da?, 69 te da, ¿cuántos años tenemos? 69, no están difícil la cuenta.

(Tito) Yo a éste, le acomodo las ideas con un mamporro, o se acuerda o se olvida para siempre.

(Unai, el sordo) ¿A quién le vas a pegar, vos?, estúpido

(El flaco Peregrino) Pará sordo, ¿qué haces? Acabas de decir que tomemos algo tranquilos y salís con esa. Ustedes tienen 69, yo tengo 68.

 

(Tito) Che sordo, ese día casi que ibas a tener tu primer encuentro cercano con esa especie que usaba minifalda, había una, con tres dientes menos, que te miraba.

(Gerardo) Pará la mano vos, Tito, pero sí, claro, ese día había lindas minas.

(Tito) ¡Qué lindos se ponían los partidos!, eran de hacha y tiza. El que no salía todo raspado era maricón, así se decía. Éste era malo para la pelota y no miraba mujeres

(Unai, el sordo) Qué no voy a mirar a las mujeres, siempre me gustaron, el medio bobolón eras vos Tito. Y La pelota parecía de rugby, picaba para dónde se le antojaba.

(Tito) Que te justificaras a los 15 años por eso de no poder agarrar la pelota por un mal pique, vaya y pase, pero, ¿ahora?... nosotros sabemos que siempre fuiste malísimo para el futbol.

(Unai, el sordo) Qué decís, enfermito. Ese partido de futbol, precisamente, fue sólo una excusa, pura cháchara.

(Gerardo) ¿Y para qué fuiste?

(El flaco Peregrino) Yo fui para jugar como árbitro, nada más que el tipo ese se desubicó.

 (Unai, el sordo) Fuimos a jugar porque al mandamás se le ocurrió quedar bien no sé con quién, y de paso para quedarnos en el baile, a los jugadores no nos cobraban la entrada, por eso fuimos. El partido fue una excusa, como siempre. Que lindas minas, ¿cómo se llamaba la que me gustaba a mí?

(Gerardo)Si no te acordas vos cómo querés que me acuerde yo.

(Tito) Se hace el agrandado, como si hubiera tenido un puñado de mujeres con él, cada vez más asco me da escucharlo.

(Unai, el sordo) A vos te meto una piña que no te la vas a olvidar nunca, viejo ganso.

(Tito) A quién le vas a pegar vos, tirifilo.

(Gerardo) Paren che… ¿son boludos o se hacen?

(El flaco Peregrino) Dejalos, que se saquen las ganas.

(El loco Sánchez) Por mí que se caguen a palos. Sordo, siempre hablando mal del futbol.

(Unai, el sordo) Yo hablo como se me dan las ganas. ¿Quién me va a decir cómo tengo que pensar?, ¿ustedes?, los del campo.

(El loco Sánchez) ¿Estás jodiendo o te crees de la capital?

(El flaco Peregrino) Dejalo que Tito lo emboque, a veces se va a la mierda.

(Tito) Vieron que tengo razón, el mismo flaco dice que es embocable.

(Gerardo) Sentate ahí y te no muevas. Y a vos, rey del pavimento, te cuento que yo transpiré la camiseta del tricolor. La pelota es algo sagrado, antes y ahora.

(Tito) Le decís rey y se la cree. Si no hubiera sido por el partido…al baile, minga que lo iban a hacer, tomá que ibas a bailar.

(Unai, el sordo) Cómo qué no… la gente va siempre a los bailes, aunque no haya partidos de futbol. Y… a eso, de los del campo, lo dije en joda.

(Tito) Menos mal que lo aclaraste, “cheto”. ¿Te acordas cuándo me dijiste; papa guacha?, la paliza que te pegué, ahora me acordé, cuando dijiste los del campo.

(El loco Sánchez) Paren, que ustedes empiezan jodiendo y terminan a los garrotazos.

(El flaco Peregrino) Déjenlos,

 

(Unai, el sordo) No, que vamos pelearnos, ya pasó el tiempo de esas trifulcas. ¿Y por qué fuimos ahí?

(El loco Sánchez) Si vos lo dijiste recién. Dejalo Tito, no lo emboques.

(Tito) Yo no sé si nos está cargando o verdaderamente tiene un problema.

El loco Sánchez) Al milico de acá se le ocurrió, lo recordaste vos, que debíamos festejar el 25 de mayo haciendo patria fomentando la convivencia con unos campesinos que no conocíamos, una estupidez.

(Gerardo) Claro que fue una estupidez.

(Tito)La consigna que ellos tenían no era conmemorar la gesta patriótica, no, ellos entraron a la cancha para quedarse con el diente de alguno de nosotros, producto de un encontronazo.

(El loco Sánchez) Si el Tito hubiera jugado de ellos, habría pedido jugar de 3 para bajarlo al sordo, se tenían ganas.

(Tito) Afloja loco, me hicieron quedar para que parezca que somos civilizados.

 

(Unai, el sordo) Si, estuvo bravo.

(Tito) A vos, sordo, y a mí nos vieron tiernitos. Nosotros éramos los del pueblo, teníamos cancha.

(Unai, el sordo) Vos Tito, tenías una pinta de sobrador que cualquiera quería cagarte a trompadas.

(Tito) Y vos sordo, una cara de pelotudo de la mamita, y que cualquiera te encaraba.

(Gerardo) Enserio qué ustedes todavía se tienen ganas, déjense de hincar las bolas, son unos viejos chotos.

(El loco Sánchez) Cómo serán ustedes dos, que Gerardo da la sensación de ser un tierno. 

(Gerardo) Qué experiencia, éramos unos bebés de pecho, salvo Ayolas, que tenía bigotes grandes. Ellos casi todos unos negros de músculos exagerados, de pasos prepotentes y sin el más mínimo atisbo de cortesía.

(Unai, el sordo) ¿Y el campo de deportes de la escuela?, al lugar adónde encerraban a las ovejas le pusieron arcos. ¿Se acuerdan que discutíamos porque uno era más grande?

(Tito) Te acordás de todo eso y no recordas al viejo Álvarez y su camión. No, si es para pegarle un mamporro y que se le acomoden las ideas.

(Unai, el sordo) Creo que se llamaba Mabel, ¿Mabel o Ester?, uno de esos nombres tenía. El 3 de ellos me dijo que estaba por cumplir los 15 y que ya la llevaban a los bailes.

(Tito)Qué Sordo hijo de tu madre. Me estoy desayunando. En lugar de jugar al futbol te pusiste a charlar con la contra, vos eras el wing derecho y él, tú marcador al cuál tenías que pasar por arriba y te pusiste a hacer sociales con el enemigo.

(El loco Sánchez) Yo te ayudo Tito, Lo embocamos en sociedad al sordo, se vendió, fue para atrás en ese partido.

(Gerardo) ¡Ah!, pero qué boludo que sos vos, ¿cómo va a ir para atrás?, si menos que ese juego no existe.

(Unai, el sordo) Me acuerdo que en un momento la pelota, ponele que se pueda llamar pelota a eso.

(Tito) Habló el jugador de primera que únicamente jugó con una Sportlandia.

 (Unai, el sordo) Como si fuera hoy me acuerdo mirá, el bofe se fue para afuera de la cancha y la piba me la iba a alcanzar, yo, medio transpirado y todo, pensé en decirle: -gracias, esta noche bailamos-, y la vieja se la sacó de las manos y me alcanzó ella a la pelota.

(Gerardo) Sordo, la pelota era casi nueva, lo qué pasó es que se mojó y viste, esas que no son de marca no aguantan un chaparrón, por ahí la noche anterior llovió y la habían dejado afuera, que se yo. Para eso no había como la Pulpo.

-(Unai, el sordo) Loco, lo que tenía la Pulpo era que si el que pateaba le pegaba fuerte siempre fue preferible que te metieran el gol, si te agarraba te desmayaba.

(El loco Sánchez) Yo era arquero, vos me viste Sordo, y no se me pasaba por la cabeza que iba a dolerme, no querido, pensar que un tipo entraba a la cancha con la idea de esquivar un pelotazo era imposible, y en todo caso; imperdonable.

(Unai, el sordo)Loco, ¿por qué imposible?, yo no iba a hacerme hacer un hematoma, y a la noche tener que explicarle a la nena que el fiero Gornacho, que le pegaba como una mula, me aplastó la mejilla de un balinazo.

(Tito)¿Entrabas a la cancha pensando en eso? Qué cagón Sordo, que cagón. Ahora ya pasó, pero te lo dije cuando teníamos 13 años, qué cagón.

(Unai, el sordo) ¿Y vos quién te creías que eras? Un pendejo soberbio y nada más.

(Tito)Vos y todos los nenes de mamá que no se rayaban las patas, con los pastos duros, querían jugar con una pelota profesional, como los jugadores de primera, solo que a ustedes les faltó aprender a patear.

(Unai, el sordo) Volviendo al tema, la gran mayoría no preguntaba cómo era la pelota, todos preguntábamos que orquesta venía.

(El loco Sánchez) Nosotros no deberíamos haber hecho el cuarto, con un 3 a 0 estábamos bien, si ellos nos metían 1 ahí si acelerábamos y listo, ya estaba hablado, pero Ayolas siempre fue igual de fanfarrón, se quiso lucir gambeteando 3 veces al arquero, ¿se acuerdan del negro grandote?

(Gerardo) ¡Qué ganso este Ayolas!, y se le rio… una hecatombe fue aquello. Pobre flaco Peregrino, la ligaste sin querer. A la patada voladora se la tiraron a Ayolas. ¿Porqué quisiste meterte corriendo para separar?, ¿se acuerdan quién tiro la voladora?

(El flaco Peregrino) No lo vi.

(Unai, el sordo) Siii, ahora si me acuerdo, Mabel se llamaba, me acuerdo porque yo había tenido otra novia que se llamaba Mabel, por eso se me refrescó la memoria. La madre no salía de al lado de ella, debía ser una vieja metida.

 

 

(El loco Sánchez) ¿Podés dejar de decir estupideces?

(Tito) Pregunto, a vos sordo, ¿siempre se te mezclan los tantos así? Estamos hablando de un partido y salís con una boludes.

(El flaco Peregrino) Allá es un señorito, parece que acá tuvo una regresión.

(Gerardo) No se acuerda.  Se pudrió todo cuando nos quedamos sin referee, con la fractura expuesta de la mandíbula de éste, pobre flaco.

(El loco Sánchez) ¿Te acordás flaco que habías recortado 2 cartulinas?, una tarjeta roja y otra amarilla, con semejante sacudón se te volaron del bolsillito de la camisa negra que te habías puesto para dirigir, se volaron como volaron tus ilusiones de ser referee profesional. Che sordo, ¿para eso tampoco te funciona la memoria? ¿De nada te acordas?

(Tito) Parece que lo veo al flaco agarrándose la carretilla con las 2 manos y me agarra escalofrío.

(Unai, el sordo)Siii, cómo no recordar ese momento, tenía una pollera a cuadros, con franjas marrones y amarillas, corta, arriba de la rodilla y una polera roja, ah, una gorra a cuadros, que le hacía juego con la pollera, le cubría parte de la cabellera negra.

(El flaco Peregrino) Ven… por eso les hablo de su regresión.

(Tito) Qué dije yo, éste, está chapita. Si acá hubiera, aunque sea una sala de primeros auxilios lo internábamos.

(Gerardo) Del despelote del final te acordas, a vos te digo, sordo, mirame… cuándo Ayolas salió corriendo para que no lo emboquen y se llevó la de gajos y la escondió en el camión, ¿te acordas?

(Unai, el sordo)A la tarde tenía esa pollerita que les dije, pero a la noche se apareció con un pantalón ajustadísimo color negro, camisa blanca y el pelo suelto. ¡Ah! Y la vieja al lado.

(El flaco Peregrino) Che, Unai, bajá a la tierra.

(Tito) Uy, mamita mía, yo a éste, enserio, lo internaría, tiene un pedo mayúsculo.

(El loco Sánchez) Lo que yo me acuerdo es que fuiste el único que te quedaste, nos cambiaste por una nena que ni conocías.

 

(Gerardo) El viejo Álvarez se recontra calentó porque le pedíamos que acelerara para salir de ese infierno, pero más se enfureció cuando se dio cuenta que había estado esperándote al pedo.

(El loco Sánchez) Si no hubiera sido que él se quería rajar, el viejo te cagaba a trompadas.

 

(Gerardo) Todos estábamos en fila para retorcerte el cogote.

(Unai, el sordo) ¿Tan mal les cayó?

(Tito) Ojalá que la mina no le dé pelota y que algún mamado que anduviera por ahí lo cagara a trompadas-, esos eran los ruegos, el deseo unánime, arriba del camión.

(Gerardo) Ayolas era el que más quería que te pasara algo de eso que habíamos implorado.

(Unai, el sordo) Les cuento, me hice amigo del hermano, del gran wing, el número 11, le dije que se parecía al negro Ortiz, uno que jugaba en San Lorenzo, era el único wing izquierdo que yo sabía que existía.

(Gerardo) Yo también jugaba de wing izquierdo.

(Unai, el sordo) Lo felicité después del partido por el gran jugador que era, justo cuando la hermana se arrimó para saludarlo también. Fue ahí que le pregunté el nombre, Mabel me dijo, en ese momento todavía andaba con la pollera a cuadros.

(Tito) Sordo traidor. Te estás exponiendo, yo te aviso.

(Unai, el sordo) En una de esas nos llamaron para comer algo, cortaron chorizos y trajeron unas galletas. Vino en damajuana me querían dar, - nooo, no tomo alcohol-, les respondí, no podía hacer un papelón.

(Tito) Te juro Sordo que hablás y me haces acordar de la bronca que teníamos todos arriba del camión… te encajaría una piña ahora mirá, todo por una nena.

(Unai, el sordo) Qué estaba por cumplir los 15. El 3 me contó que estaban engordando un chancho para hacerlo chorizos para la fiesta.

(El loco Sánchez) Bajá un cambio, Tito, pará, porque vas armar otro quilombo.

(Gerardo) Bueno Sordo, te quedaste al baile, ¿y? El flaco Peregrino y vos desaparecieron y reaparecieron casi juntos, pero el flaco estuvo internado, cuando le acomodaron un poco la carretilla lo llevaron a Buenos Aires.

 (El loco Sánchez) A Morón me dijeron que se fue porque ahí cerca había un hospital en el que le iban a hacer una cirugía reparadora y no se supo más nada hasta ahora.

(El flaco Peregrino) Sabían dónde estaba, pero no fueron a visitarme.

(Tito) Tenés mucha razón, flaco. Me contaron que hoy te han visto caminando por las calles del pueblo.

(El loco Sánchez) Yo te conté

(Tito) Y con respecto a vos, acá se comentó que el viejo de la nena te había llevado a trabajar con él al campo. ¿Sos propietario de una extensión agraria?, ¿oligarca en 4x4? Me haces reír, la gente se olvida de sus orígenes muy fácilmente.

(Unai, el sordo) ¿Eso se decía?, no muchachos, nada de eso, frio, frio.

(Tito) ¿Y adónde te metiste todo este tiempo? ¿Te haces el misterioso con nosotros? Rajá Sordo, rajá.

(Unai, el sordo) ¡Que misterioso!, yo estuve al lado del flaco Peregrino.

(Tito) ¿Te fuiste a hacer curar la sordera o la locura?, jajaja.

(Gerardo) ¿No me digas que te fuiste a cuidarlo y te quedaste allá renunciando a la familia?, a la nena, a los que te queríamos, eso es ser un gran amigo.

(Tito) ¿Qué lo queríamos? Si nosotros nos fajábamos día por medio.

(Gerardo) Qué orgulloso estarás flaco por tener un ladero, alguien con vos. Ese compañero que no tuvo ni un reparo en dejar todo para cuidar al prójimo, al que necesita. Dejame que te dé un abrazo y quiero que sepas disculparnos a todos los que te deseamos lo peor, pensando que solo habías visto la falda corta de esa niña, que esa mirada te había llevado por el camino de la ceguera y del olvido.

(Tito) Paaa, todo eso te salió de una, Gerardo, jamás habías tirado tanto palabrerío como hoy, así, todo amontonado. Pareces un locutor.

(El loco Sánchez) Perdón, Sordo, por pensar mal.

(Unai, el sordo) ¡Qué loco que están!, qué película se están haciendo. Les cuento, yo me había ido preparado, en el bolso llevé una muda para cambiarme, me la había comprado para estar a tono con las circunstancias, buena pilcha, mejor percha.

(Tito) Siempre fuiste un fanfarrón y lo seguirás siendo.

(Unai, el sordo) A vos, es mejor no escucharte. Para hacerla corta vamos al grano. Empezó a tocar la orquesta y como nunca se largó con los lentos, era la mía, viste que siempre empiezan bien arriba, a sacudir el esqueleto, bueno, esa noche no, salieron con los melódicos.

(Tito) Y… porque te han visto, habrán dicho: está el romántico, vamos con los lentos. Es sordo e insufrible.

(Unai, el sordo) Dejame hablar, mal educado. Dejé pasar el primer tema, “Adiós chico de mi barrio”, ese gran éxito de Tormenta, tocó la orquesta para presentarse, “Noelia”, de Nino Bravo, fue la segunda y ahí sí, levanté la vista buscándola.

(Tito) Qué pelotudo, buscándola como en una cacería. Siempre se dejó pasar una presentación y después se iba al grano.

(Unai, el sordo) No pienso contestarte. Mabel venía caminando hacia mí, todo a pedir de boca, me miraba disimulando, haciendo como que su punto de vista era otro, pero el sugerente brillo de sus ojos tenía un único destino.

(Tito) Y sí, Juan Tenorio, habrá dicho la nena.

(Unai, el Sordo) El corazón se me aceleraba cada vez más. Ella se meneaba muy elegantemente a cada paso, tenía que cruzar la pista, ¿la cruzaba ella o la cruzaba yo? ¿Qué hace un caballero en circunstancias similares?

(Tito) Fuiste al encuentro, me imagino.

  (Unai, el sordo) Eso hice, fui al encuentro canturreando… la tomé de un brazo, más precisamente del izquierdo e intenté llevarla hacia la zona más poblada de bailarines, cuando de repente, un morocho grandísimo, el arquero, que había salido no sé de dónde, viniendo detrás de mí, me dijo: está conmigo.

(El loco Sánchez) A la pelotita.

(Unai, el sordo) Cuando desperté con cañitos y cables enchufados por todos lados, una enfermera me dijo que hacía 60 días que estaba ahí con politraumatismo y fracturas varias.

(El flaco Peregrino) Echo pelota estaba, yo lo vi.

(Gerardo) ¿No les dije?, eran unos marginales que no medían consecuencias.

(El loco Sánchez) ¿Y te dolía?

(Tito) Más bien, estaba todo roto. Pienso y se me pone la piel de gallina.

 (Unai, el sordo) Que tenía para unos cuantos meses más para la rehabilitación, me dijo.

(Gerardo) ¿Y vos flaco?, ya estabas bien, ¿o no?

(El flaco Peregrino) Seeee, tomaba la sopa con bombilla, pero estaba en perfectas condiciones, salvo que faltaba enderezar algún hueso de la cara, casi todos los otros estaban en su lugar.

(Unai, el sordo) La chica me contó que nos habían llevado en la misma ambulancia, que 2 camillas medias ajustadas entraron y aprovecharon el viaje.

(Tito) ¿Y después qué hicieron?

(Unai, el sordo) Cuando estábamos de alta nos quedamos a trabajar en el hospital, fuimos camilleros, ahora ya estamos jubilados. No jugamos más a la pelota y a los bailes tampoco he ido. Un día, hace poco, jugaban los camilleros contra los de ordenanza y le preguntaron a éste: che, ¿no queres ser el referee? Nooo, ni loco, les contestó Peregrino agarrándose la cara. Cuando hay tormenta al flaco le molestan los fierros que tiene puesto en la carretilla y a mí me duelen todos los huesos.

(El flaco Peregrino) Nooo, que se rompan los cuernos entre ellos.

(El loco Sánchez) Menos mal que es solo cuando hay tormenta, Sordo.

(Unai, el sordo) Y eso tiene que ver con que haya perdido un poco la memoria. Esa fracción de segundo me cambió la vida.

(Tito) Sordo, el que es una mala leche es Ayolas, si le cuento lo que te pasó se te va a cagar de risa. 54 años, como pasa el tiempo che.

(Unai, el sordo) Tito, haceme un favor, decile a Ayola, de parte mía decile, ¡que se vaya a la puta madre que lo parió!

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(Gerardo) ¿Y cómo fue la historia allá?

(Unai, el sordo) Al principio muy difícil. A mi mamá en las primeras cuatro veces que fue a verme no la reconocí,

(Tito) ¡Ah!, pero te hiciste grande y la boludes no se te pasó, ¿cómo no vas a conocer a tu madre?

(Unai, el sordo) Mirá Tito, me estás cansando, no seas bobo, pareces un pendejo.

(Gerardo) Pará Tito, dejalo

(Unai, el sordo) Mi registro estaba solo en la voz de la enfermera Susana y ella me retrasmitía lo que mami me decía. De a poco me iba contando cosas que pasaban y con su paciencia Susana, con toda su sabiduría, hacía que yo entendiera.

(Gerardo) Y esa enfermera sería como tú mamá, ¿una persona mayor? Vieron que ese tipo de gente, acostumbrada a ponerle el hombro a los enfermos, con el tiempo se hacen de la familia, más en tú caso que pasaste tanto tiempo jodido.

(El loco Sánchez) A mí, una vez, me agarró una para ponerme una vacuna, y me hizo parir, hay de todas.

(Unai, el sordo) Susana no era una persona mayor, Susana tenía cinco años y medio más que yo, era diferente, al curarme me acariciaba, toda ternura.

(Tito) Te calentaste, siii, te calentaste con la enfermera. Se calentó con la nena, que todo lo qué pasó fue que corría frente a ella, con ésta que le pasaba la mano por la espalda, imagínense.

(Unai, el sordo) Sos un tipo tan vulgar como cuando eras pendejo, te fue imposible madurar, y ahora ya está, sos irrecuperable.

(Tito) A estos que se las dan de que son de la capital y viven en cualquier suburbio habría que cagarlos a palos para que no se hagan los cafiyos.

(Unai, el sordo) Tarado, no ves que sos estúpido, ¿sabes lo que quiere decir cafiyo? El que sos un rufián sos vos.

(Gerardo) Paren, paren, se dejan de joder porque si no los agarro del cogote un rato a cada uno y les hago pasar la adrenalina.

(El loco Sánchez) ¿Adrelaqueee?

(Unai, el sordo) Si, perdón, tengo que aprender a dejar pasar algunas cosas. Demasiado me ha maltratado la vida.

(Tito) Y ahora se hace la víctima. Capaz que él dice la vistima, vieron que los de Buenos Aires arrastran la “S”.

(Gerardo) Pará, no seas pelotudo, con lo mucho que te aprecio me estás obligando que te agarre del cogote.

(El loco Sánchez) Aflojá Tito, mirá que a éste se le pasaron los años y no cambió nada, eh, el otro día manoteo a uno con un cogote así de grueso y lo dejó morado, ¿o no se acuerdan cuándo Gerardo se enloquecía?, bueno, sigue igual, pero con menos control.

(El flaco Peregrino) Está linda la reunión, como antes, que se generaba una discusión para pelear. Déjense de joder, ¿no habrá algún tema que valga la pena? Vos sordo, hace cincuenta años que no discutís con nadie.

(Unai, el sordo) cincuenta y cuatro.

(Tito) Serán los aires del campo, como él dice, la ciudad tranquiliza, pacifica.

(Gerardo) Bueno che, cuenten, ¿cómo son sus vidas allá?

(El flaco Peregrino) Calculo que igual que acá, con más gente, más barullo, más despelotes. Me casé tres veces, bah, me junté con tres mujeres y con las tres me pasó lo mismo, al principio todo bien y después me cansé. Las tres fueron un calco.

(Unai, el sordo) Se cansaron las mujeres. Éste sí que se salvó de pedo que unas cuantas veces lo fajaran por pata ‘e lana.

(El flaco Peregrino) “Ventaja que da el querer cuando el cristiano es buen mozo”, dijo Martín Fierro.

(El loco Sánchez) ¿Con esa cara chueca y remendada?

(Gerardo) Callate pelotudo.

(El flaco Peregrino) Dejalo, si nos estamos cagando de risa.

(Unai, el sordo) Mi historia es diferente.

(Tito) Sí, ya sé, te calentaste con la enfermera.

(Gerardo) ¿Lo dejas hablar? Aunque sea por un ratito ubicate.

(Unai, el sordo) Como les decía, bah, después de tanto despelote no sé qué les conté. Susana y yo, después de mis nanas fuimos pareja, fue algo tan lindo mientras duró. La verdad, me hizo conocer el amor, ese amor que dura toda la vida, no sé si soy claro.

(El loco Sánchez) Y si fue tan lindo, ¿porqué decís, hasta que duró? ¿Porqué no duró?

(El flaco Peregrino) Es una historia triste, pero mejor que la cuente el sordo, si quiere.

(Tito) Si la va a contar sin agrandarse, sin hacerse el héroe, que le meta nomás.

(Unai, el sordo) No te soporto más, tomá, por bocón e hijo de puta.

(Tito) ¡Ay!, me rompiste la nariz, ¿te crees que te la vas a llevar de arriba?, cagón y traicionero.

(Gerardo) Paren carajo, porque les meto un mamporro a cada uno y se van a acordar de por vida, ¿son pelotudos?

(El loco Sánchez) Sí Gerardo, son muy pelotudos.

(El flaco Peregrino) Vení Tito, que te lavo la cara, ¿tienen algodón para taparle nariz?

(Gerardo) No, llevalo al baño y tapónalo con papel higiénico, y que se vaya a la mierda, que vuelva cuando se le pase la pendejada.

(Unai, el sordo) Perdón, me sacó. No soy violento, pero me sacó.

(El loco Sánchez) Dijo el flaco Peregrino que allá no matas una mosca, que en cincuenta años no levantaste la mano a nadie.

(Unai, el sordo) Cincuenta y cuatro… cincuenta y cuatro años hacía que pegué la última gran piña, y se la pegué al mismo gil del Tito. Siii, todas las mañanas le hago una marca al almanaque, día por día, mes por mes, año por año. De esa piña no me olvido más, y seguro que él tampoco.

(Gerardo) Te acordas con tanta precisión de la última piña, y no te acordás del camión del viejo Álvarez. Qué loca tenés la cabeza, amigo.

(El loco Sánchez) Naaaa, ¿lo tenés contados a los días? ¿Quién dijo que le tenés ganas? ¿Y por qué se tuvieron ganas toda la vida?, ¿se puede saber?

(Unai, el sordo) Una estupidez, pero a mí me cayó mal. En primer grado, no me olvido más, 15 de octubre, el cumpleaños de la señorita, le llevé un ramo de pimpollos de rosas de regalo con una tarjetita que decía que la amaba cómo a mí segunda mamá, se acuerdan que en aquella época se decía así, por lo menos a la seño que queríamos, y les cuento, el muy desgraciado, que no le había llevado nada, cambió la tarjeta y quedó como el alumno preferido, la señorita la agradeció y le dio un beso, a mí me dio tanta rabia, me puse tan nervioso, que no le pude decir que el ramo era mío, me quedé mudo.

(Gerardo) Si, me acuerdo, pero ese rencor te duró cincuenta años, aflojá.

(Unai, el sordo) Sesenta y dos años hace que me robó el ramito.

(Gerardo) ¿Estás más tranquilo ahora?

(Unai, el sordo) ¿Va a volver el Tito? Si vuelve lo emboco de Cayetano.

(Gerardo) No, si vuelve yo me encargo, quedate tranquilo. Es mi amigo, pero a veces hay que encarrilarlo.

(El loco Sánchez) ¿Y cómo fue la historia con esa mina?, digo… con esa chica

(Unai, el sordo) Lo de esa chica decís… esa mujer se metió en mi vida y me cambió.

(Gerardo) Vos sabes que de romanticismo yo sé poco o nada, pero me parece que cuando hablas de ella se te cambia la cara.

(El loco Sánchez) Ah, bueno, de matón a poner un consultorio sentimental, detector de miradas enamoradas. ¿Qué me decís?

(Gerardo) Que te calles y lo dejes hablar a Unai.

(El loco Sánchez) Pero qué hijo de puta que sos Gerardo, para sacarle un chusmerío te haces el meloso y le decís Unai, en la perra vida le dijimos Unai.

(Gerardo) Y vos que lo vas a llamar por el nombre se no te acordabas.

(El loco Sánchez) Tenés razón, siempre tenés razón Gerardito. ¿Cómo fue la cosa con la chica, Unai?

(Unai, el sordo)Dos meses o más, para mi madre habrán sido un calvario, porque por más que mi hermana le dijera: -no lo busques que no sirve para nada-, porque es seguro que mi hermana le ha dicho así reiteradas veces, siempre lo decía.

(El loco Sánchez) Tú hermana era media rara.

(Unai, el sordo) Yo y mi hermana dejamos de tratarnos desde que tenía… parate un cacho, ¿qué tendríamos?, yo nueve y ella once años, soy dos años menor, te decía desde aquella discusión fea que tuvimos no nos hablamos más.

(Gerardo) ¿Y la chica? ¿Cómo fue la historia con la chica?

(Unai, el sordo) Como les contaba, los primeros días de mí desaparición forzada la pobre vieja ha sufrido mucho. En una de las visitas le contó a Susana, ya les dije que hablaban entre ellas y la única voz que yo reconocía me lo susurraba despacito al oído.

 (El loco Sánchez) Al oído, que interesante se está poniendo esto, pordió.

(Gerardo) Callate, no interrumpas.

(Unai, el sordo) Mami le contó a Susy, que uno de los que jugaron ese partido, le chamuyó que al flaco Peregrino le habían pegado una paliza bárbara, que le destrozaron la cara, y que lo trasladaron en ambulancia, no sabía adónde y que yo me había enganchado con una mina que me llevó con ella. Mami se dio cuenta que el pibe hablaba enserio, pero no se tragó esa supuesta verdad, a los quince años así porque sí no me iba a ir de mí casa. Mami nos contó que fueron días muy duros, que ya no sabía por dónde buscarme, y sola, mi hermana no la acompañaba ni loca.

(Gerardo) Pobre tu madre.

(Unai, el sordo) Se recorrió todos los lugares posibles de la zona y nadie sabía que decirle. No sé en qué salita de primeros auxilios de algún pueblo vecino, la que daba ordenes ahí, le gritó: no pierda el tiempo doña, los pibes de ahora son todos vagos, cuando se cague de hambre va a aparecer. A mami le cayó muy mal, porque esa mujer, desubicada, le había contestado de la peor manera. La pobre vieja habrá recorrido muchos caminos para encontrarme, bah, en ese tiempo no era vieja.

(El loco Sánchez) ¿Cuántas piedras habrá tenido que sacar de la huella en su derrotero?

(Gerardo) Loco, a eso lo leíste en la parte de atrás de la hojita del almanaque, esas no son palabras tuyas, como que me llamo Gerardo, mirá.

(El loco Sánchez) Callate y dejalo hablar o te agarro del cogote, jajaja.

(Unai, el sordo) De las piedras en el camino decis, seguramente no fueron pocas. Hasta que una tarde llegó un policía a casa con la noticia de que lo habían llamado de un hospital del gran Buenos Aires, para avisarle que yo estaba internado ahí. Mami se tomó el primer tren que consiguió y se apareció allá en el hospital. Yo, apenas veía una silueta en el espejo y no me daba cuenta que veía, y Susana que siempre tuvo mucho tacto para manejar a los enfermos nunca destacó mi estado, pero mami cuando me vio le dijo a Susy, que no podía creer que yo estuviera así.

(El loco Sánchez) Así, cómo.

(Unai, el sordo) Todo envuelto en gazas.

(Gerardo) Una cagada y una alegría por haberte encontrado.

(Unai, el sordo) Nos saludamos a la distancia, no podía abrazarme, a mí me dolía todo el cuerpo, recién habían pasado sesenta y pico de días desde cuando mi vida tuvo un quiebre, bah, varios quiebres y con desplazamientos. Pero qué contentos estábamos los dos… o los tres, mejor dicho, a mí no se me notaba por las vendas, a Candelaria sí, Candelaria es el nombre de mami, ¿se acuerdan?

(El loco Sánchez) Sí, claro.

(Unai, el sordo) Todo eso me contó Susana cuando yo empecé a entender. Para la cuarta visita los ojos se habían deshinchado un poco y ya identificaba a las personas, qué alegría tenía yo de verla, aparte de reconocerlas por la voz, la de Susana era inconfundible. A mi viejita también se le notaba que estaba muy feliz. Susana, empezó a quererla también.

(El loco Sánchez) Tú mamá, la enfermera y vos al medio.

(Gerardo) Callate, no lo interrumpas.

(Unai, el sordo) Mami, siguió visitándome hasta que me dieron el alta, y después también, aunque cuando consideró que mi estado había mejorado y yo ya trabajaba, las visitas fueron esporádicas, pero no le contó a nadie, mucho menos a mi hermana, total desde aquella pelea que tuvimos ella nunca me habló, ni una palabra, bueno, no es tanto así, algunas veces se dirigía a mi recordándome las ganas que tenía de que me fuera al carajo.

(El loco Sánchez) Ya te dije, tu hermana era muy rara.

(Unai, el sordo) Con la gente del pueblo se había enojado mami, con vos Loco ni te cuento. Me decía que ella había pedido ayuda para encontrarme y nadie le dio bolilla. La mayoría le retrucaba que yo era un desagradecido, que había olvidado mis orígenes, qué por una mocosa, que además de ser linda, era futura heredera de una porción de campo, yo había echado a la hoguera a mis raíces, que para mí los afectos tenían un valor secundario, porque habiendo viajado todos juntos, por un arrebato, tan sólo un arrebato sentimental, los dejé en el rincón del olvido. Atando cabos, cuando poco a poco fui recuperando algo de memoria, se me ocurrió pensar que ese ha sido Ayolas, que nunca me quiso y se consideraba más leído que el resto, siempre se descolgaba con una frase con sentido poético, él se lo creía así, pobre infeliz.

(Gerardo) Listo, eso ya pasó, ¿y la enfermera?

Unai, el sordo) Siempre me curó y me cuidó la misma enfermera, no por mucho, pero era algo mayor que yo. Linda mujer, unos modales hermosos. Cuando empecé a escuchar, ella fue la que me ubicó, yo no sabía dónde estaba, no me acordaba como me llamaba. Gracias a Dios que el día del partido había llevado mis documentos, una cédula tenía.

(Gerardo) ¿Te acodas Loco cuando nos dieron el documento nacional de identidad? Vos Unai, ya habías cambiado de domicilio. A nosotros ya nos dieron las chiquitas, no hacía mucho que las habían cambiado. Me acuerdo que el ganso de Ayolas, que era más viejo, tenía la libreta de enrolamiento, parecía un cuaderno de grande que era. ¿Te aburrí?

(Unai, el sordo) No, métanle, pregunten.

(Gerardo) ¿Y la enfermera?

(Unai. El sordo) Susana, la enfermera, me curó primero las heridas del cuerpo y con paso del tiempo las del corazón. Yo estuve en recuperación un año y pico, y Susana firme al lado mío, ella me creó el hábito de leer, todas las mañanas se aparecía con el diario, cuando a mí me durmió el negro infame ese, estaba Onganía de presidente, a Susana no le gustaba, a mí me daba lo mismo, yo no entendía nada, - de esto tenés que saber-, me decía mientras me atendía. Cuando mataron a Aramburu, lo leí en voz alta para que se enterara, después de hacerme los masajes, -“que Dios nuestro señor se apiade de su alma”- dijo sin sacarle la vista al mate que rezongaba por falta de agua. Yo seguía sin entender, después con su habilidad me cambió de tema. El tiempo al lado de Susana volaba, corría más fácil. El día que me operaron la pierna izquierda para que se pareciera un poco a la derecha, estaba Cámpora de presidente, y cuando reaccioné de la anestesia, ocupaba el sillón Lastiri, y cuando me quise acomodar llegó Perón. Susana estaba contenta con Perón en la presidencia, yo no, yo venía de cuna radical. El único presente perteneciente a mi padre fue una boina blanca que toda la vida estuvo colgada en un perchero, fue lo único que dejó cuando se fue de casa.

(El loco Sánchez) No me acuerdo de tu padre.

(Gerardo) ¿Para esa pelotudez lo interrumpís?

(Unai, el sordo) Susana me cambió la vida, yo me despertaba a las cinco de la mañana porque sabía que a las seis Susy aparecía en el cambio de turno. Conmigo siempre tuvo una atención especial, al principio yo la miraba hasta con vergüenza, si bien era joven, era mayor que yo, veinte tenía en esa época, en aquellos tiempos era inimaginable que se me ocurriera faltarle el respeto mientras me bañaba. Cuando me decía vamos a higienizaaarrr, ¿les dije que tenía la costumbre de estirar la última sílaba?, ahí me agarraba la timidez, pero ella lo hacía con total naturalidad y un día que la ducha se había hecho larga me dijo que estaba enamorada de mí.

(Gerardo y el loco) ¿Y vos qué hiciste?

(Unai, el sordo) Me agarró una cosa inexplicable, me corrió una especie de electricidad por el cuerpo y me levanté casi de un salto de la silla bañadora, pisé el jabón que estaba en el suelo y me caí, me hice un esguince en el tobillo y otra vez con la pata levantada por unos días. Recuerdo que le armaron un sumario por no haber tenido el debido cuidado con el paciente. Pero el esguince no cambió lo importante, yo me quería bañar tres o cuatro veces por día, hasta que, Susana dijo que habían sospechado, mandaron un enfermero para que me bañe, de esos que están dispuestos a bañar a cuanto paciente masculino encuentren y entonces busqué la vuelta para explicar que yo ya podía higienizarme por mis propios medios, y además iría rescatando cierta independencia, dije.

(El loco Sánchez) Claro, no te vas a dejar manosear por un tipo, ¿a ver si...?

(Gerardo) Qué sabés vos, qué te metés. Dejalo hablar.

(Unai, el sordo) Susana había conseguido una habitación para mí sólo. Yo, con mis limitados movimientos, frecuentaba la oficina de la administración, iba a cebar mates, me había hecho conocido y entonces no le fue difícil que le dijeran que me mudara a la piecita del fondo, así la llamaban, tenía baño privado. Susana argumentó que me resultaría cómodo, dada mi dificultad para caminar, en la oficina nadie le creyó el motivo, pero accedieron porque a ella la querían mucho, y de paso chusmeaban imaginándose nuestros ratitos íntimos. Un día mientras fingíamos una ducha con la compañía terapéutica, Susana me dijo: -te voy a decir algo que vos tenés que saber, soy casada, pero con mi marido está todo mal-.

(Gerardo) ¿Cómo casada? Y vos… ¿qué hiciste?

 (Unai, el sordo) No dejé qué terminara de hablar, te juro que se me apareció la figura de aquel negro grandote, el arquero. La memoria me hizo un flash de aquel momento, y me vi envuelto en vendas nuevamente, una imagen terrible, una situación de mierda, me separé de ella como eyectado, y volví a caerme, esta vez contra la pata de la cama, con tanta mala suerte que con un tornillo me abrí desde la rodilla hasta el tobillo, me tuvieron que coser, doce puntos me pusieron. A Susana no le gusto mi actitud, me dijo que era un cagón.

(El loco Sánchez) Al final el Tito tenía razón.

(Gerardo) No seas estúpido, loco y pavo sos. Dejalo hablar.

Unai, el sordo) A los gritos me dijo; que cuando una persona quería a otra debía jugarse, que si el amor era verdadero había que enfrentar la situación, que los cagones pasan por la vida sin pena ni gloria. Me volvió a decir cagón.

(El loco Sánchez) Entre la enfermera y el Tito, te la habían puesto como una condición, digamos.

(Gerardo) La próxima vez que lo interrumpas con una boludez de emboco sin avisarte, ¿estamos?

(Unai, el sordo) Después de partirle la boca con un beso, con lo poco que memorizaba de aquel día del partido de futbol y el baile, le conté la verdadera historia, por qué había llegado yo ahí. Me respondió que me entendía, pero que ésta era otra historia, que tenía que decidirme, -o vas para adelante o esto se termina acá- agregó. Mis diecisiete años,observando a una hermosa mujer, me pegaron una cachetada, pero esta vez para bien, me sacudieron y volví a besarla. Cinco años de diferencia en ese tiempo eran muchos, si no ponía todo de mí, perdía por goleada. Ese día salimos dos a dos.

(Gerardo) Partidazo, jejejeje.

(El loco Sánchez) No lo interrumpas con pelotudeces.

(Unai, el sordo) Ella no estaría segura tampoco de lo que debería hacer con su vida, a los veintidós o veintitrés años no le resultaría fácil resolver su futuro, que tampoco podría imaginarlo al lado de un pendejo, más de una vez se habrá preguntado si eso no sería solamente una calentura.

(El loco Sánchez) Y ella, aparte de ser macanuda, ¿estaba buena?

(Gerardo) Desubicado.

(Unai, el sordo) Hermosa. El tiempo fue pasando, el país estaba convulsionado políticamente, los diarios solo mostraban tragedias, salvo algunas noticias aisladas, Carlos Monzón y sus victoriosas peleas y alguna que otra parecida. Había un viejo que trabajaba en mantenimiento del hospital, que cada vez que el diario decía algo de la separación de los Beatles, se ponía loco, -que nosotros deberíamos escuchar la música nuestra, esos nos deforman el idioma- decía. Susana no lo quería porque el viejo era conservador, pro milicos, le decía. Una mañana yo me había peinado con el flequillo en la frente y cuando Hipólito me vio, gritaba, -te peinaste como esos, sos un marica-.

(El loco Sánchez) ¿Quién era Hipólito?

(Unai, el sordo) El viejo conservador, era buenazo conmigo, y con Susy también, era ella quién no lo quería.

(Gerardo) Acá a esas cosas ni pelota se le dio nunca.

(El loco Sánchez) Acá lo que importa es el futbol, a lo único que le damos bolilla.

(Unai, el sordo) No sé cómo habrá sido acá en el interior, lo que sí allá cayó como una bomba fue cuando quedamos afuera del mundial de México, que empatamos con Perú en la cancha de Boca, dos a dos, eso fue horrible. Vos sabés que yo nunca le di pelota al futbol, parece un juego de palabras, pero aquella vez estaba triste, y ver a la gente tan mal, peor, me ponía yo. Un día Susana me pegó una levantada bárbara. -Vos no le das ni bolilla al futbol, no podés estar así, con todo lo que te pasó por culpa del futbol, ¿vale la pena estar cómo estás? Ella tampoco sabía nada de la pelota, mira que dos situaciones comparaba, el partidito en una escuela de campo, con un mundial de futbol, al mundial lo miramos todos. Ustedes acá no lo veían muy bien, tenían que orientar las antenas de los TV e igual hacían lluvia, me acuerdo que se decía así. Nosotros allá lo veíamos perfecto, claro que no lo vas a comparar con lo de ahora, el avance de la tecnología es increíble.

(Gerardo) Está bien, quedamos afuera, pero eso no importa, ¿y la enfermera?

(Unai, el sordo) Susana había conseguido que me tomaran como cadete interno, un acomodo que al hospital le salía dos pesos, pero para mí era importante, no solo por esos dos pesos, si no que me sentía con una ocupación.

(El loco Sánchez) Un curro. En todos lados se cuecen habas.

 (Unai, el sordo) Así fui conociendo otras personas, me consideraban una mascota, muchos no sabían mi nombre y me decían el gauchito, porque había llegado del campo. Todos los días eran iguales, salvo los que Susana tenía franco, que me sacaba a pasear, me llevaba a conocer lugares diferentes y siempre la pasamos muy bien. La verdad que no puedo decir que gracias a ese negro delincuente, del arquero les hablo, mi vida floreció, pero el haber conocido a Susana en el hospital para mí la vida tuvo un sentido diferente, nunca dejamos de proyectar juntos y los pasos de uno estaban directamente relacionados con los del otro. Lo único que nos separaba era que Susana vivía en su casa y yo en el hospital.

(Gerardo) Y en ese tiempo, ¿qué era de la vida del flaco Peregrino?

(Unai, el sordo) El flaco Peregrino también vivía en el hospital, en otro sector, él ya era camillero. Los días se iban sucediendo, Susana con el paso del tiempo había ascendido, la nombraron jefa de enfermería y yo seguía haciendo mandados, ya me mandaban a llevar correspondencia al correo y a otros lados más. Una vez Susy me dio un paquetito, en un papelito me anotó una dirección y me dijo: -la casa tiene un jardincito, dejalo debajo del arbolito, toca timbre y listo. Después fui un par de veces más, con la misma recomendación.

(Gerardo) Paquetito…

(El loco Sánchez) ¿Paquetito?

(Unai, el sordo) No, no era droga, no, Susy no fumaba y alcohol tomaba muy poco. La primera vez que fui al cine también me llevó Susana, fuimos a ver,“Ladrón de trenes”, una película fantasiosa, norteamericana, se trataba de un tipo que había choreado un palo verde de un tren y después se murió y la viuda quería recuperarlos, pero… nunca supimos si los encontró o no, era la primera vez que íbamos juntos al cine y nos fuimos antes del final.

(El loco Sánchez) Esa noche, arriba Juan, ¿no?

Unai, el sordo) Un día de febrero del ’74 llegó Susana al hospital con una sonrisa grande, más grande y más linda que nunca, Susana había logrado el objetivo, en buenos términos logró separarse de su ex, un buen tipo, según me contaba ella, que tampoco estaba a gusto en esa pareja, así que fue relativamente accesible la separación. Más allá de la corta edad de los dos, y porque habían tenido una historia compartida desde muy adolescentes supieron resolverla. Susana sacó de una bolsa que colgaba de su hombro un paquete de masas finas, nos endulzamos, nos besamos, nos amamos.

(El loco Sánchez) ¿Otra vez?

(Unai, el sordo) Y qué querés, la felicidad había golpeado a nuestra puerta. Cuando ella terminó su turno le propuse salir a caminar, disfrutar del sol, hacía calor, yo quería mojarme en su cuerpo, ella tenía mucho para dar.

(El loco Sánchez) Dale que va.

Unai, el sordo) Susy me miró otra vez ampliando la sonrisa, -Gorostiaga, paso a paso, hoy tengo reunión con unos compañeros en la casa de uno de ellos, nada importante, pero hay que cumplir con los compromisos-, aclaró. Nuestros encuentros en la piecita del fondo y las salidas al cine se fueron repitiendo seguido, pero también se repetían las reuniones de Susy con sus compañeros, cuando le preguntaba para que se reunían, siempre me contestaba lo mismo, -ya lo vas a ver, nada importante, cuestiones de trabajo-. Hasta se me ocurrió preguntarle si era en el sindicato, o porqué no se juntaban en el mismo hospital, -me voy tengo que pasar por las salas- me respondía generalmente.

(El loco Sánchez) ¿Y por qué no te contaba de qué hablaban en las reuniones?

(Gerardo) ¿Te podes callar? Qué tipo metido, por favor.

(Unai, el sordo) El veinte de febrero de 1974, no me olvido más, volvía del correo y al pasar por el hall vi a Candelaria, a mamá, sentada y con un sobre en la mano, como ya habíamos vuelto a los abrazos nos apretujamos bastante, mamá no estaba alegre, algo le pasaba. A la pregunta se la hice con la mirada, y sus lágrimas le inundaron las mejillas. El sobre encerraba el informe no deseado, mi hermana estaba internada esperando el momento de la partida, -esa larga enfermedad- decía mami, sin dejar de llorar, a la vez que me pedía que perdone a mi hermana. Yo no tenía problema, si al final ella se enojó conmigo porque le comí una pata de pollo que le hubiera correspondido, nueve años tenía yo. Después de estar juntos casi un día y sin hablar o hablando muy poco, salvo algo relacionado a la larga enfermedad, yo pretendí nombrar al cáncer y Candelaria me paró en seco, cuando llegó la hora la acompañé hasta la estación, subió al tren y asomándose por la ventanilla me pidió que me vuelva al pueblo, que yo era lo único que le quedaba. Yo también lloré, pero ella no me vio, la que me vio fue Susana, que salió un rato antes para despedirse de mamá, pero no llegó a tiempo. El tren se llevaba a una madre destrozada.

(Gerardo) Pobre tu mamá, que buena que era.

(Unai, el sordo) Yo estaba triste, ver a mi madre así y sin poder hacer nada, sentía rabia, impotencia, no sé, nunca puedo explicar lo que sentí ese día. Susana me abrazo fuerte y caminamos en silencio hasta la puerta del hospital, la puerta de mi casa. No quería estar sólo y me daba cosa que ella se metiera nuevamente ahí adentro después de haber pasado ocho horas de trabajo intenso. Nos miramos y se puso tensa, de su cartera socó un sobre que lo que primero dejó ver era el escudo de la república argentina. El ejército y la patria me reclamaban. El once de marzo de mil novecientos setenta y cuatro, después de despedirme de Susana, no sin lágrimas, me presenté en el cuartel para incorporarme a las filas del ejército. Mi vida dio otro vuelco, por primera vez no me sentía contenido, todo lo contrario, yo era una pelota que saltaba y saltaba, todos me gritaban, todos. Un día, después del almuerzo, a una hoja de acelga flotando en agua caliente le llamaban sopa, un sargento, el sargento Brisgas, nos dijo que teníamos una hora para escribir una carta a los familiares y que les contáramos lo bien que la estábamos pasando, pero antes nos dio un enfervorecido discurso referido a que nosotros debíamos estar atentos porque la subversión era el enemigo que atacaba desde la clandestinidad, que la izquierda, que el erp, que montoneros y casi se nos fue la hora que teníamos para escribir. Yo apenas si tuve la ocurrencia de escribirle que la quería y que se cuide de los montoneros, a Candelaria también le escribí, con otras palabras, claro. Cuando entregamos los sobres cerrados el sargento nos dijo que a medida que fueran llegando las correspondencias de nuestros familiares, él mismo la repartiría. A la semana siguiente todos o casi todos mis compañeros recibieron cartas de sus familias, yo sólo de mamá, Susana no me respondió. A los diez días le escribí nuevamente, ya con más tiempo, hasta le conté lo que ella ya sabía, le decía a mi manera lo que representaba para mí, y me quedé esperando al cartero que nunca llegó. Y se fueron sucediendo mis cartas y no tuvieron respuestas. Decí que los milicos no nos daban tiempo para deprimirnos, nos tenían cagando, ustedes no entienden porque se salvaron por número bajo, y a la noche se me ponía feo, ahí sí pensaba, pensaba que cuándo saliera de franco me la iba a encontrar en el hospital, ¿y con qué cara me iba a mirar? ¿Qué me iba a decir, qué volvió con su antiguo amor? ¿Qué conmigo fue un error?, ¿sólo una calentura? Yo estaba mal, ¿por qué no me contestó ninguna de mis cartas? A esa pregunta me la hice mil veces. Había momentos que por lo menos la hubiera insultado, pero pensándolo mejor, ¿qué tengo yo para decirle?, si no es un gracias grandote, estirando la última silaba como lo hacía ella.

(Gerardo) Y… en esos casos no sabés como reaccionar o la agarras del cogote o te tiras a los pies para que vuelva.

(El loco Sánchez) Y… si estaba buena, que vuelva.

(Unai, el sordo) Al poco tiempo de estar incorporado estuve en la enfermería con un problema bronquial agudo, además de mi problema de movilidad, de ahí me derivaron a junta médica, me detectaron asma bronquial, una pierna más corta, apenas más corta, y me dieron la baja. Deficientes en actitudes físicas, decía lo que alguien escribió en la libreta y con sello del ejército argentino se completaba la leyenda de que había servido a la patria. Le avisé a mi vieja con un telegrama, pidiéndole perdón por no haber escrito más que aquella primera carta, y me fui para mi lugar, debía reiniciar mi trabajo, ya sabía que al reincorporarme mi puesto sería de camillero.

(El loco Sánchez) Mirá Gerardo si un día, al sordo, se le aparecía el arquero entre los internados y éste lo tenía que llevar en la camilla, se la vuelca, éste se la vuelca, seguro.

(Gerardo) No le cortes la conversación.

 (Unai, el sordo) El colectivo que me dejó en la puerta del hospital tardo bastante en llegar, pero aun así,  no tuve tiempo de acomodar mis ideas, no sabía cómo reaccionar al encontrarme con Susana.

(Gerardo) Yo la agarro del cogote.

(El loco Sánchez) Qué vas a agarrar del cogote, ¿a una mina vas a cogotear?, animal.

(Unai, el sordo) Al primero de los conocidos que encontré fue a Hipólito, Hipólito me dio un abrazo no frecuente, yo no sabía de qué, pero de algo tenía que sospechar, tenía los ojos con brillo. Lo apreté bien fuerte y le clavé la mirada. –“Se decía que andaba en algo raro, la agarraron en la casa de un compañero, siete eran y no aparecieron más”-, me dijo con voz quebrada.

(Gerardo) ¿Y qué hiciste? ¿Puteaste?

(Unai, el sordo) Lloré, lloré mucho abrazado a Hipólito. Desde alguna nube me mira para cuidarme

(El loco Sánchez) ¿Era zurda?, ¡qué hija de puta… y nunca te contó nada, qué basura! Con razón la rajó el marido, no habrá querido tener problemas. Pero… que hija de puta.

(Gerardo) Callate, animal, ¿no ves cómo está?, destrozado está. Ahora, ¿nunca te insinuó nada?, eran bravos eh. ¿Nunca se te cruzó por la cabeza que alguna idea rara tendría?, ¿por qué nunca te contó de las reuniones?, eran jodidos, che.

(Unai, el sordo) Susana y yo vivimos un tiempo de amor, nunca se me ocurrió juzgarla.

(El loco Sánchez) Debe haber sido jodido vivir allá en esa época.

(Unai, el sordo) Si, claro, es jodido vivir sin entender al mundo, siempre, en todos los tiempos, en aquellos años y ahora también.

(El loco Sánchez) El problema es porque el mundo está lleno de mujeres, y hacen quilombo, son quilomberas.

(Gerardo) Te desubicas, te desubicas, no seas infeliz, ¿qué tenés que decir de las mujeres?

(Unai, el sordo) Mi vida sin Susana fue otra cosa. Loco, hace cuarenta y nueve años y no me la puedo sacar de la cabeza. A veces hablo de ella como si estuviera a mi lado. No salgo a ninguna parte. Hoy me acompañó el flaco Peregrino, vine a traerle unas flores a la vieja, pobre Candelaria, al final siguen juntas con mi hermana, a ella también le puse flores. Una pata de pollo, que locura, no hablarnos por una pata de pollo.

(Gerardo) Qué cagada, dejame que te abrace, sordo.

(El loco Sánchez) Alguna vez se pusieron a pensar como juega la vida con nosotros, una pelotudes nos deja de un lado o del otro, no es casualidad, amigos, es el destino que ya está marcado, es el destino, fuiste a jugar un partido y mirá adónde apareciste y con diferentes personajes.

(Unai, el sordo) Nooo… fui al baile, lo del partido fue un relleno para ese día.

(Gerardo) En esta le dio la razón al loco, lo que te cambió la vida fue un gol.

(El loco Sánchez) Un gol, un gol fue el disparador para que todo cambie radicalmente, y fue el cuarto, ¿con qué necesidad? Qué íbamos a imaginar que Ayolas, por hijo de puta nomás, cambiaría los destinos de tanta gente. El flaco Peregrino, por ejemplo, terminó de camillero en un hospital que él no sabía que existía. Su sueño había sido ser árbitro de futbol profesional, desde chiquito lo tuvo claro, si hasta había conseguido un contacto para que le facilitara un certificado de quinto año, trucho, así le había prometido un amigo que él tenía, que decía tener influencia sobre los padres qué eran abogados.

(Unai, el sordo) Para ustedes fue un gol, para mí fueron Tormenta y Nino Bravo. Si le miro el lado positivo, gracias a ellos y al arquero conocí a Susana. Gente, Susana fue mi gran amor. Qué me importa lo que pensaba de la política, ella defendió sus ideales, y me hizo gozar del amor.

(El flaco Peregrino) Ya lo bañé y lo peiné. ¿No está más lindo ahora?

(Tito) Perdón sordo. El flaco me contó tu historia tan triste, perdón. Y también se acordó del ramo de flores para la seño. Fue una joda, sordo.

(Unai, el sordo) Vos decí lo que quieras, ya no me importa el ramito, ahora me saqué las ganas de pegarte una piña, hace cincuenta y cuatro años, tres meses y cinco días de la última trompada que te di, esperaba este momento.

FIN.

 

sábado, 19 de agosto de 2023

El niño que no salió en la foto (de Cristina Cingolani)

 Todo había sido programado. Hasta el último detalle de esa única foto que quedaría estampada en una lámina sobre varias capas de cartón.

La silla, como elemento central, donde el hombre se habría de sentar, la mujer se ubicaría detrás, de pie, y el niño a un costado.
Pero un imprevisto iría a modificarlo todo.
Ese día, no quise colocarme la boina que completaba el conjunto de mi atuendo a estrenar.
Con sus apenas 8 años, demostró su rebeldía tirando la boina al suelo.
Lo que vino después es entendible para el rigor y disciplina de la época.
El reto, acompañado de un brazo extendido con el índice indicándole que se vaya de la escena, el niño llorando, y la mujer sin aportar palabra alguna, como la sumisión así lo imponía ante la autoridad machista.
Cómo me hubiese gustado haber hablado en ese momento!
Ante esta situación el fotógrafo metió su cabeza adentro del paño negro, hizo una señal antes de accionar, y un humo blanco indicó que la foto había comenzado su proceso.
Pasaría un largo tiempo para saber cuál sería el resultado de un retrato que sólo vería el fotógrafo, porque nadie se acercó a retirarlo.
Mostrándolo pudo averiguar que ese hombre y esa mujer se habían embarcado hacia Italia, pero claro, como el niño no estaba retratado, no pudo saber nada de él.
Y así, cuando limpió su taller para jubilarse, decidió llevar a un museo, su vieja máquina y esa foto. 
Sí, esa foto que atrajo mi atención durante mi visita al museo. Por qué? Simplemente porque tenía un cartelito que rezaba: falta un niño de 8 años de nombre Justo.
Le pregunté al guía y me dijo que poca oportunidad tuvieron de analizarlo, que no podía aportarme demasiado, ya que la historia transmitida de boca en boca, seguramente había sufrido varias transformaciones, pero que, el fotógrafo había retenido el nombre del niño, porque su padre al retarlo le había gritado: 
 "Justo, no vas a salir retratado".
Salí del museo pensando...creando posibles historias, imaginando diferentes destinos de ese niño, que no fue retratado, pero sí maltratado, y que por un juego de palabras justo no había salido en la foto.

LA CARTA REVELADORA (de Mariana Ormaechea)


Quemó las hojas después de leer esa carta que estaba bien guardada en el fondo de aquel

Cajón, habia descubierto el secreto de su vida donde declara haber cometido un asesinato y revelado dónde se encontraba el cuerpo.

El día que la encontró en el último cajón del mueble  del lavadero, estaba tirando cosas viejas que olían a humedad, la manija estaba rota, así que tuvo que hacer fuerza para poder abrirlo y allí dentro de un libro viejo la encontró. Cuando la leyó, se quedó paralizada, intacta casi momificada sin moverse ni hacer un solo gesto con su cara; no reaccionaba. No lo podía creer y no entendía porque nunca le había confesado aquel hecho y por qué habría esperado que ella se enterase de

esa forma.

La carta que estaba escrita por él,  le decía que se iba a llevar el secreto a su tumba y así fue.

¿Sería realmente así? Ese cuerpo estaba enterrado al lado de la planta de nueces en el

fondo del patio. Ella se preguntaba qué hacer pero no se animaba a desenterrarlo tampoco . El solo hecho de pensar que convivió gran parte de su vida con un cadáver en el patio de su casa

la aterrorizaba. Ahora resolvía las preguntas que siempre se había hecho; el por qué su

marido nunca quería tener perros o decía que no le gustaban porque hacían pozos y

desastres en las plantas. Tendría miedo que lo encontraran.

Lo que ella no terminaba de entender es como había convivido con ese secreto, tranquila sin decírselo a nadie. En realidad seguramente en defensa propia pero nadie le iba a creer, no había testigos.

La carta decía que una noche de invierno él se encontraba durmiendo solo en la casa y

escuchó un ruido en el techo. Enseguida asustado se levantó,  manoteó la carabina que

tenía en el placard y salió a ver que había. No vio nada al principio pero cuando se dio

vuelta para meterse nuevamente en su casa, ya resignado y con la idea de que

podía haber sido un gato, alguien por detrás lo sorprendió y le pegó en la cabeza. El atinó a

apretar el gatillo y le dio en la mandíbula. El delincuente cayó desplomado como una bolsa

de papa al piso. Horrorizado, desesperado y sin saber qué hacer optó por mirar para asegurarse que nadie estuviera pasando por la calle o que ningún vecino estuviera espiando. Agarró el cuerpo y lo metió enseguida dentro de su casa. Así fue que decidió enterrarlo en el fondo.

Cuando ella leía cada renglón de la carta temblaba del frío, por un momento pensó que toda

su vida había convivido con un asesino y por otro trató de pensar que él no lo había hecho

queriendo sino por accidente y en defensa propia.

Por lo que decidió quemar la evidencia y dejar el secreto como estaba, algún día alguien lo

iba a descubrir o no por lo pronto ella se iba a mudar de esa casa, no solo por los recuerdos

de su marido ya muerto sino por el secreto que había en ella. 

La Chavela, supersticiosa y refranera, y sus amigas (de cacha Arruiz)

 


Chavela Ingals se ha destacado por ser supersticiosa y el punto de exageración  nunca está al alcance de la mano, no, es una enferma creyendo en aparecidos, y ustedes saben como es esto, “hazte fama,  échate a dormir”, cuando se habla de la supersticiosa, el mundo sabe que la figura en cuestión es Chavela. “A palabras necias, oídos sordos”, contesta rápidamente. Todo porque la Ingals a una amiga que le anunció su boda  le pidió por favor que no sea un martes, “martes, no te cases ni te embarques” sabedora que la pareja haría un crucero, y que tuviera mucho cuidado, que lo vigile al futuro marido, ya que éste supo tener otra guarida y “dónde hubo fuego cenizas quedan”, le agregó. –No seas así con el pobre Dardo, ése, es un tema superado, no le diré una palabra- le ha contestado frenéticamente la prometida, pero Chavela no sabe quedarse callada, a lo que agregó, “el que calla otorga”. Se comentó que la historia que recordó Chavela sobre Dardo tiene mucho de verdad, “pero del dicho al hecho hay mucho trecho. En rueda de de té, el té las amigas, Chavela contó detalles de ésta conversación, e hizo mención sobre el consejo a su amiga respecto a lo que ella llama andanzas del Dardo, antenti pebeta, que “el ojo del amo engorda al ganado” la rueda de participantes movió la cabeza de arriba hacia abaja varias veces, porque “a buen entendedor, pocas palabras”. La conversación varió, pero Chavela y la que estaba a su lado siguieron chusmeando al Dardo, que le vamos a hacer dijo esta última, pobre piba, menos mal que “no hay mal que dure cien años”, “ni cuerpo que lo resista” sumó Chavela, la supersticiosa. Es buen chico, dijo levantando la voz una sentada en la otra punta, más o menos, la paró la de la izquierda, son todos iguales acá “el que no corre, vuela”. No sé para qué sé casa, preguntó Chavela. Porque el Dardo tiene una fortuna, fue el comentario de la mesa, ¡qué cosa che! No se dan cuenta “que el que mucho abarca poco aprieta”. Y no saben ustedes, comentó Chavela parándose, se me quejó por un regalo que hice para el casamiento, que ya lo tiene, me refregó, hija de su madre, no sabe que “a caballo regalado no se le miran los dientes. Igual que la madre, “de tal palo tal astilla·. No le des más pelota, que no te busque nunca más, mejor que se haya enojado, “no hay mal que por bien no venga”, le aconsejaron las residentes del té. Es que nací para perdonar, o soy como mi papá, que es rencoroso, “en casa de herrero, cuchillo de palo”, ¿y eso que tiene que ver?, fue la pregunta generalizada, no sé, contestó Chavela, lo dijeron en la novela y me gustó. Estás como tu amiga vociferó el coro, “dime con quién andas y te diré quién eres”. Denle nomás, viejas chusmas, acuérdense, que “el que ríe último ríe mejor”. Chavela juntó las tazas de té, ofreciéndoles alguna otra cosa, la de la otra punta le pidió un café alegando que el té estaba frío y amargo, desagradecida, gritó Chavela, no, si es de gusto, “cría cuervos y te sacarán los ojos”. ¿Qué decis?, saltó la de la punta, ¿somos mejores amigas o no?, mamita siempre decía, cuando encontraba a un desagradecido, “no hay peor ciego que el que no quiere ver”. ¿Vieron ustedes?, cree el ladrón que todos son de su condición”. ¿Y eso que tiene que ver?, saltó el grupo. No sé, pero lo escuché en la novela, dijo Chavela llevándose los pocillos.