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viernes, 26 de abril de 2024

Diario de un argentino en 2024

 

 

Viernes 26 de abril

 

Ayer sentía la presencia de mi madre en la casa. Es una sensación, se siente que alguien está. Y después se deja de sentir que esa persona está. Es difícil de explicarlo, es como cargar algo más con vos. Algo que está atrás tuyo, a tu espalda. Hoy la sensación que sentía era la presencia de mi perro Firulait. Mi mamá falleció hace tres años, Firulait falleció hace tres meses. Sentía fuerte la presencia de Firulait. Supongo que vienen a a acompañarnos, de vez en cuando veo lucecitas que titilan frente a mí.

Ayer en taichí me ocurrió algo que nunca me había ocurrido, siempre en taichí, en los ejercicios veo mi propia aura, ayer le vi un pedazo breve del aura de un compañero, por la zona del brazo. Es como una telita transparente encima del cuerpo. Había una pequeña luz en el salón que nos acompañaba. Las clases de Chikun y taichí son brillantes. Tenemos un profesor excelente

Hoy la computadora amaneció con un ventilador prendido que no se apagaba nunca, la apagué, la prendí y el ventilador seguía prendido. Y el técnico, un amigo, me dijo que la tocara abajo a ver si estaba caliente. La toqué y el ventilador se apagó. Ahora tiene el ventilador apagado y la computadora me deja escribir

Recién se despertó mi gata y se fue a los techos, ama estar afuera, pero estuvo toda la mañana acá, durmiendo las sillas de la cocina porque aun llovía. Es otoño en Junín, el clima se presenta invernal, las hojas empiezan a amarillarse como si un pintor las fuera pintando una a una con una paleta.  Y los pájaros pasan raleados, de vez en cuando uno atraviesa el cielo y le da vida. Recién pasó un gorrión, el vuelo del gorrión es recto y hábil, es un pájaro pequeño de esta zona, que nosotros venimos viendo desde que somos muy chicos. Las plantas que están frente a mí mientras escribo, detrás de mi ventana, combinan amarillo con verde. Una pequeña mariposa roja, de las ultimas del verano, una mariposa tardía podríamos decir, se ve casi llegando a la esquina. Se ve el titilar del vuelo a lo lejos, y se pierde enseguida de la vista

Tengo los calefactores rotos, debido a la crisis económica aun no llamo al plomero, así que para calentar la casa prendo un breve momento el horno de la cocina. Después lo apago y me abrigo bien. El gobierno que está en este país le quitó el subsidio al gas y se dice que van a venir boletas con mucho aumento. Eso se viene diciendo hace tres meses ya, desde principios de verano. Eso hizo que a los argentinos se le sumara un problema y un temor. El temor de no poder pagar el aumento de gas. Pero este temor en particular se le sumó de mucho tiempo antes, el aumento fue avisado con tres meses de antelación, como si quisieran que la población temiera, que estuviera tres meses temiendo este aumento, como si quisieran que la población se estresara. A veces de la impresión que el temor, el stress los alimenta. Por eso dan una mala noticia por día, todos los días. Una población que está al límite de su resistencia y sus recursos hay que tratarla con suavidad y con amor, como si fuera algo precioso, algo que se puede romper. No obstante eso el modo que la tratan es con encono y violencia. No termino de entender porque el gobierno actúa así. Yo, como muchos argentinos, estuve tres pensando en el aumento del gas y el de la luz, que se anticipó que iba a ser enorme hace tres meses ya. Entonces, ese aumento, no se sufre cuando llega, se sufre desde tres meses antes.

Esta semana hubo una gran marcha universitaria, porque el presupuesto universitario no le alcanza a las universidades. Cerca de un millón de personas en capital federal, más unos cuantos más en el resto del país. El gobierno argentino salió a criticar la marcha, a desinformar diciendo que ya había girado la plata necesaria, algo que desmintieron los rectores de las universidades. Y después, el presidente de este país en el que estoy, en un congreso de empresarios, salió a dar un discurso haciendo como diez variedades de voces distintas,  diciendo distintas frases con las que había sido criticado, una por voz, haciéndole burla a los que lo habían criticado. No puedo decir en este diario que sensación me produce eso, si enojo, lastima, preocupación, indiferencia o cualquier otra. Si he notado, y voy notando, debido a todo esto y otras cosas, un creciente cansancio que va creciendo en mí, de a poco, como una capa que se pone uno encima, un cansancio que me toma los hombros, la espalda, la cara y después la mente. Un cansancio que empieza en el cuerpo y termina en los ojos. Pero son los tiempos que nos tocaron querido diario

miércoles, 24 de abril de 2024

Firualit

 

 

Cuando me lo trajeron a Firualit, un par de meses después del fallecimiento de mi madre,  un poco para llenar el vacío, otro poco porque yo quería tener un cachorro era un pomposito de 23 días de vida. Era una cruza de labrador y border coli, con más de labrador que de border coli. Era todo negro salvo las terminaciones de los pies y la cola que eran blancos. Y el pecho que era blanco corbatita. Con esas características de labrador Firulait amaba el agua. Por miedo no le pude dar tanto  agua como él hubiese querido. La primera y única vez que fuimos a la quinta de un amigo con pileta el firu lo primero que hizo fue tirarse a la pileta. Fue caminando hacia la pileta y siguió caminando hasta que cayó en ella, y después siguió nadando. La gente del lugar no quería a los perros en la pileta y lo tuve que sacar y no permitirle volver a tirarse. Cuando volvíamos de pasear, esos paseos de media hora que hacíamos dos veces por día en los veranos, el solo iba y ponía el lomo debajo de la canilla para que yo la abriera y lo mojara todo. Amaba eso. Después subía y se ponía en la cama frente al ventilador encendido para que el viento le diera en el pelo mojado y lo refrescara. Fabricaba su propia tormenta. Cuando yo tomaba baños de inversión en la bañera o me duchaba, el venía y se ponía pegado a la bañera y me miraba, como pidiéndome que lo bañara ahí o lo pusiera debajo de la ducha. Yo lo había hecho algunas veces pero después lo había dejado de hacer porque una de las veces por el agua que le había entrado se había agarrado una infección en la oreja y yo tenía, Miedo. Ahora que ya no está traté de conectar con su alma y de visualizarlo, y lo visualicé en el mar, en una playa que debe estar en alguna dimensión por las que anda

Cuando lo trajeron lo eligió la hija de una amiga. Era el más pequeño de una camada de hermanos. Ella lo miro y lo eligió a él. Los dueños de los cachorros le dijeron si quería elegir otro más grande, alguna de las hermanitas que lo duplicaban en tamaño. Ella lo eligió a él. De cachorro Firualit tenía una característica, comían poco, porque sus hermanos más grandes no le dejaban lugar, y dormía relajado, boca arriba, despatarrado. Cuando lo trajeron yo fui hasta la casa de mi amiga y me lo presentó. Firualit estaba en una cajita, y justo cuando ella dijo este es tu perro, Firu me miró, Firulait era un perro de miradas, hablaba con la mirada, y me miró como diciendo: Ok, a este tengo que cuidar, manos a la obra entonces, Lo llevé a casa, lo puse en la cama  e investigando se cayó al piso. A los pocos minutos de tenerlo en casa ya estábamos en problemas. Nos volvimos a meter en problemas una semana después, entendí mal la ración de alimento que le tenía que dar y lo sobrealimente y lo descompuse. Tuvimos que ir de urgencia a la madrugada al veterinario que nos esperaba la veterinaria de guardia, y con unas inyecciones le salvó la vida.

Me llamó la atención de Firulait al principio su inteligencia y su capacidad de obediencia. No tenía dos días conmigo y yo le pedía que se quedara durmiendo en la cajita y el obedecía a rajatabla. Se conformaba y se tiraba a dormir. Después a los días de eso ya no me hizo más caso y empezó a salir de la cajita todo el tiempo. Firulait era un perro intenso, ya de chiquito lo era

Firulait era un perro de miradas y silencios, hablaba con las miradas y los silencios. Una de las veces más notorias que me hablo con la mirada, estábamos en la otra casa en la que vivimos, había tormenta. Firulait le tenía terror a las tormentas. Estaba en el silloncito en el que dormía y se escuchaban los truenos, Firulait temblaba. No sabía que podía estar conmigo en la tormenta. Yo me levanté, lo traje conmigo y lo puse debajo de la sabana, pegado a mi cuerpo. Dormimos toda la noche. A la otra mañana cuando nos levantamos ya no había tormenta y Firualit me miraba y en los ojos había un gesto de agradecimiento que me conmovía. A partir de ese día me empezó a respetar. Lo había protegido, y en sus ojos se veía el agradecimiento y el amor. Me sorprendió que un ser tan chiquito podía estar tan agradecido, y más me sorprendía que podía manifestarlo y hacérmelo llegar. Esa mirada hablaba y decía un montón de cosas. A partir de ahí, siempre que hubo tormenta Firulait tuvo temor, y siempre aun siendo el perro grande que era, venia, se subía a la cama y se me pegaba, se quedaba parado al lado mío, casi encima, toda la tormenta. Era el recuerdo de aquella primera tormenta en la que se había sentido protegido. Ahora lo veo, Firulait se sentía seguro en la tormenta al lado mío, porque en una entrega total de amor y cariño, me tenía confianza. Lo tuvo hasta el último día

No era carente de magia Firulat, tenía mucha y a su manera. Un día nuestra gata Sapirha cayó del techo de nuestro departamento a la calle. Firu y yo estábamos en la calle, cayo rozándome la cabeza y pego en el piso al lado. Después se fue corriendo a esconderse debajo de un auto. Yo la fui a buscar, la subí, y subimos con Firulait. Se había dañado una patita y no la apoyaba. Yo pensé que estaba quebrada, le hice un poco de reiki, y le dije a Firu, curá a tu hermana. Y Firu le empezó a lamer la pata lastimada. Nunca supe cómo podía él saber que ella estaba lastimada en esa pata, fue un registro de la magia que tenía Firulait, Otro día vino un amiga a hacerse reiki al gabinete y antes de la sesión de reiki Firulait agarró uno de sus huesos y lo dejó al lado de la camilla. Eso me llamó la atención porque firu respetaba el gabinete y nunca ponía nada al lado de la camilla, casi ni se metía ahí. Le pregunté si había tenido algún problema con algún hueso, porque Firualit estaba tratando de informarnos, y me dijo que la noche anterior su perra había muerto por comer un hueso envenenado. Firualit como siempre informaba con los gestos

Cuando estaba contento una lucecita verde esmeralda le atravesaba el cuerpo de lado a lado. Se lo vi tres veces. Una vez cuando volvía de pasear con su paseadora, estaba tan contento, que cuando subía una lucecita en forma de línea verde esperándola le atravesaba uno de los flancos del cuerpo de lado a lado. Otra vez cuando yo lo llevaba a encontrarse con su paseadora, de nuevo una luz verde, como una línea verde, le recorría el cuerpo. Después esa luz paso a mí, y cuando volví a mi casa sin Firulait yo la tenía en la mano y en el brazo

A la noche, cuando yo salía a la terraza a practicar taichí y entrenar alguna de las enseñanzas de mi maestro, al salía conmigo. Cuando la noche estaba fea, muy cargaba la atmosfera, cuando había algo raro y feo en el aire, el olfateaba hacia el lugar de donde venía esa mala energía. Y se quedaba entre ese lugar y yo, Protegiendo. Esas salidas a la terraza, donde yo hacía taichí y el comía huesos o miraba eran mágicas. A los dos nos encantaba. Yo entrenaba y el olfateaba el aire, buscando cosas en los olores, encontrando. Después, como teníamos tapiales altos, yo lo subía con las dos patas al tapial y el miraba para abajo. Amaba mirar para abajo. Era curioso. En esta otra casa en la que vivimos también teníamos unas terrazas y unos patios donde se podía mirar a todo el vecindario. Una estábamos paseando con el Firu y una vecina le dijo a su hija: Ahí está el perrito que nos espía desde la terraza. No sabía yo, el Firu espiaba y observa desde la terraza a los vecinos. En la casa anterior también una vez paso una vecina de la vuelta, me pidió permiso y lo abrazó y lo besó. También la había estado espiando desde nuestro patio a su casa. Era el ser más sociable que conocí y hacia grandes amigos con mucha facilidad, cuando paseamos muchos lo querían tocar o lo saludaban. Tengo para mí de su obediencia absoluta, que de grande pero aun cachorro, era un perro grande y robusto, a las personas les saltaba y les apoyaba las dos piernas de adelante, así había tirado un par de personas al piso, sin quererlo. Yo por miedo a que lastimara a alguna persona mayor le enseñé que no podía apoyar las patas de adelante en las personas. Se lo dije una vez, dos veces, sin mucha intensidad, pero no sé cómo ni porque le quedó grabado a fuego. A partir de ese día cuando le saltaba a las personas, doblaba las patas y quedaba en el aire sin tocarlos. Y a pesar que le daba permiso o trataba de ponerles las patas para que se apoyara, él se negaba y doblaba las patas para no apoyar a nadie por esa enseñanza que le había hecho hacia mucho y le había quedado grabado a fuego. Porque era un perro de una sola experiencia, con una sola experiencia el hacía costumbre

 

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Firulait y las personas

 

El año pasado íbamos caminando por la calle con Firualit, esos paseos que a él le encantaba hacer, que hacíamos dos por día. Como todos los perros Firulait tenía una relación especial con las palabras, le bastaba una o dos palabras para ya darse cuenta que íbamos a hacer y predisponerse para eso. Es que esta era otra de las cualidades especiales de Firu, como se dice: Se prendía en todo. Participaba de todas las propuestas que se le hacía, en enganchaba en cualquier juego que se le proponía. Él era un alma dispuesta a las proporciones. El “vamos” para él era el comienzo de los ladridos y ponerse cerca de la correa para que le pongamos la correa. Después la llevaba el mismo con la boca hasta la puerta. A veces en un exceso de alegría se iba con la correa en la boca a la cucha y se acostaba ahí. Cuando hacia eso era gracioso porque era lo contrario a lo que necesitaba para salir. Decía, íbamos caminando con Firulait y pasó una amiga de él que lo había cuidado de chico, en auto, paró y se bajó a saludar. Firu le hizo una fiesta de saltarle, ladrar y mover la cola y doblarse todo. A los días íbamos paseando y pasó en camioneta otro amigo que había sido parte de la infancia de Firu. Y lo mismo, la alegría, los ladridos, la fiesta hasta que el amigo charlo unas palabras conmigo y se fue

Después de eso, cada vez que íbamos por la calle Firulait miraba todos los autos, la parte de la ventanilla, sobre todo los que estaban parados en la verada y se quedaba esperando que bajaran de ahí amigos de él para saludarlos. Él se había quedado con la idea que de esas cosas, que eran los autos bajaban amigos y conocidos a los que se podía saludar con alegría. Yo le decía: No va a bajar nadie de ahí Firu, ya va a pasar otro amigo. Y me lo llevaba a pasear

Firulait era un gran amigo, mío, y de todos los que habitaron su vida. Acompañaba a cada uno en su actividad, o esperaba en silencio que cada uno terminara con lo suyo. A mí me acompañaba todo el tiempo, y estaba todo el tiempo pendiente de las rutinas que teníamos. Cuando comía se ubicaba a mi derecha, sentadito, en silencio, solo mirando, sin pedir ni ladrar. Solo miraba, pero no miraba la comida, miraba hacia adelante. Podía estar toda la comida así, hasta que yo le daba algo. Además de su comida yo compartía parte de mi comida. Cuando alguien venía a casa él ya lo sabía de antes, Incluso de algunas cuadras antes, o de antes que bajara del coche. Se ponía atento y empezaba a ladrar y llorisquear. Yo me daba cuenta con esa actitud de él que alguien estaba viniendo a casa. Y cuando la persona subía le hacía un festejo y una fiesta de ladridos, y mover todo el cuerpo, y rozarlo y doblarse, hasta que se iba calmando. Al principio era un maremoto de alegría. Ya cuando se calmaba pasaba a los pequeños juegos. Solía traer su mejor juguete, un almohadón tejido que lo había tejido mi abuela paterna, que él se ponía en la boca y lo llevaba a todos lados pero lo suficientemente suave como para no romperlo ni un poquito. Como si supiera que ese almohadón era una reliquia familiar, que era muy delicado, y que no se podía romper. Era su almohadón, a veces dormía apoyado en él, y si bien lo llevaba en la boca, lo hacía como si fuera un cachorro, con suavidad. Y cuando lo mordía ante las visitas lo hacía apretándolo suave, para después lamerlo un poco, y enseguida dejarlo entre sus patas delanteras, como custodiándolo. Era sorprendente la suavidad que tenía con ese almohadón. Se lo traía a las visitas y se lo dejaba cerca de ellos, sosteniéndolo con la boca, como para que jueguen a sacárselo o perseguirlo. Después de eso dejaba el almohadón en la pieza y traía todo otro tipo de cosas, royos de papel higiénico, rollos de papel, medias, pequeños tesoros que le traía a los visitantes y se los dejaba ahí. Después ya se calmaba del todo y como era un perro ubicado se retiraba a ponerse en su cucha en silencio, y dejaba a la visita conmigo

Firulait era un gran amigo de todos, y hacia lo necesario para no incomodar a nadie. Solía tirarse al costado mío, en el paso, a descansar, cuando yo me levantaba para pasar a agarrar algo, él se levantaba a toda velocidad, como movido por un resorte, para dejar el espacio libre y que yo pasara. Era cómico la velocidad e intensidad con que se levantaba. La misma intensidad que le ponía a cada amigo cada vez que lo veía, en las fiestas de recibida. Era como si no lo hubiese visto durante muchísimos años. Ya más grande y más maduro, cuando yo me ponía a hablar con alguien en la calle mientras lo paseaba, él se sentaba y se quedaba en silencio el tiempo que fuera, hasta que terminábamos  

 

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Firulait y Saphira

 

De chiquito tenía una relación de curiosidad distante con los gatos. Criado en un barrio lleno de gatos callejeros, Firulait no los molestaba, no los corría ni les ladraba, los respetaba. El desafío para Firulait se presentó cuando llegó a nuestra casa Sapirha, nuestra gata. Sapirha era una colorada diminuta escurridiza y con mucho carácter. Era muy chiquitita y se sentía en peligro todo el tiempo, así que todo el tiempo escapaba y se escondía. Primero entró en confianza conmigo, Yo para que entrara en confianza conmigo me sentaba en una punta de la pieza que ella ocupaba, donde se escondía de nosotros y le iba tirando arrastrando por el piso los granos de alimento que ella comía. Ella los trataba de atrapar o los perseguía. Después de un rato la pieza estaba llena de alimentos y ella comía de ahí. Ese juego hizo que entrara en confianza conmigo. Ahora faltaba que entrara en confianza con Firulait. La primera vez que los presenté fue gracioso, y un desastre también. La llevé hasta Firulait en las dos manos y le dije: Firulait, esta es tu hermana Saphira. El echó la cabeza para atrás, abrió los ojos grandes y levantó las orejas como diciendo “¿Qué cosa es esa?” Sus gestos de sorpresa siempre fueron graciosos. Ella, una pequeña gata colorada con mucho carácter lo tomó por su parte como el depredador más peligroso del mundo. Le hizo un bufido, como hacen los gatos cuando pelean, después puso las manos en garra en señal de protección y le mostró todas las uñas. Después se revolvió tratando de rasguñarme. Yo la solté y se fue corriendo a su escondite. Firulait seguía en su posición en la cama, ojos grandes, orejas hacia arriba mirando adonde había ido la gata, como diciendo “¿Qué acaba de pasar?”

Después de varios encuentros precavidos logramos que ella se amigara con Firulait. A los días compartían coma y algunos juegos. Pero nunca se prestaron mucha atención, salvo compartir la cama. Cuando yo venía de la calle siempre estaban los dos en la cama. Salvo ese día que Firualit lamiéndole le curó la patita renga. Y ese otro día en que hubo una devolución de gentilezas de Sapirha, y ella lo cuidó a él. Hubo una época en que yo publicaba fotos de Firulait en el faceb, una de vez en cuando, y cuando lo hacia Firulait amanecía descompuesto, hacia caca con sangre. O era casualidad o alguien le tiraba mala energía. En una de las descomposturas Firulait no se recuperaba, habíamos ido ya al veterinario y hacia caca con sangre y vomitaba. De día estaba bien pero a la noche se descompensaba. Entonces yo le dije a Saphira, cuidá a tu hermano, ayudá a tu hermano. Esa noche Saphira durmió toda la noche debajo de la cama, justo debajo de donde estaba Firulait arriba de la cama, como protegiéndolo de la calle o de algo que venía de abajo. Firulait amaneció curado

La relación con Saphira, ya ganada den carácter, era de cierto temor. Sapirha a veces se ponía bardera y Firulait, que nunca le gustaron los problemas, se iba. Cuando estábamos en la pieza y Saphira se trepaba en un lugar demasiado alto, Firulait se levantaba y se iba. Cuando Saphira abría una de las puertas del mueble, que chirriaban, Firulait se agachaba, echaba las orejas para atrás y se iba. Le tenía miedo a los ruidos de las puertas y a las puertas que se abrían y cerraban.

Pero a su manare la quería y la cuidaba a Saphira. Un día como conté antes, salíamos a la calle con Firualit, y Saphira que estaba espiando desde los techos cayó de los techos hacia la calle. Me rozó la cabeza y cayó al piso, de aproximadamente tres pisos. Tuvo suerte que cuando cayó nosotros estuviéramos en la calle, sino jamás la hubiésemos visto, Enseguida salió corriendo y se escondió abajo del auto del vecino. Yo la fui a buscar, y la llevé adentro. Paseamos con Firu y cuando volvimos Saphira no apoyaba una patita. Yo temí que se hubiera quebrado y le hice un poco de reiki a esa pata. Después le dije a Firulait curá a tu hermana, nada más que eso. Firulait vino y le empezó a lamer la pata que no apoyaba. Firualit no tenía manera de saber que sapirha tenía esa pata lastimada, sin embargo, sin dudarlo, vino y le empezó a lamer esa pata. Al otro día saphira amaneció con la pata curada

 

 

Firulait y los paseos

 

Los paseos con Firualit empezaban con una extraña precisión horaria. Hacíamos dos por día. Uno a la una de la tarde, otro a las cinco de la tarde. Con él que pasaba algo extraño era con el paseo de las cinco de la tarde. Sin saber yo jamás como conocía el horario cinco menos diez venía para el comedor donde estaba yo trabajando para que le pusiera la correa. Todos los días, sin faltar, cinco menos diez venia al comedor, se ponía al lado y se me sentaba mirándome, como diciéndome “Bueno es hora que salgamos a pasear” Yo ahí le decía la palabra mágica “Paseo” Y él empezaba a ladrar y apurarse. Le ponía la correa, la llevaba el en la boca hasta abajo, y abajo la dejaba para que yo la agarrara. Después salíamos a la calle y empezaba el paseo. En el paseo íbamos yendo por el camino que el elegía, a  veces yo trataba de definir el camino pero me terminaba entregando a su hoja de ruta. La otra cosa que tenía era que era terriblemente rutinario, si un día había cruzado enfrente por la mitad de la calle, el resto de los días iba a cruzar enfrente por la misma mitad de la calle. No iba a haber manera de disuadirlo de hacerlo. En los paseos iba olfateando todo en el camino, y  chupando. A veces se frenaba en árboles y se ponía a olfatear, seguramente orina de otro perro, o una perra en celo, y después se ponía a chuparlo. Sacarlo de ahí era un delito, no quería salir y hacia pequeño gruñidos para que se lo dejara en el lugar. Como tenia forma de labrador pero genes de border coli, cuando veía un perro que venía de lejos, se acostaba en el piso mirándolo y esperándolo, como hacen los bordes colis. Con los perros que nos cruzábamos en la calle la situación era difícil. Dos veces tratando de jugar dos perros machos lo habían atacado y lo habían mordido, así que le había quedado esa imagen, y le gruñía a todos los perros machos que se le acercaban. Con las hembras era diferente, con ellas socializaba y tenía muchas amigas en el barrio. Firulait tenía sentimientos profundos y puros, y los manifestaba en el cuerpo. Uno de los machos que lo atacó lo estaba paseando yo. Era de noche, estábamos en la plaza del club Junín, dos veces había venido a jugar y había jugado con él. Pero la tercera lo agarró a Firulait distraído esperando que jugaran, y lo que hizo fue atacarlo. Firulait intentó defenderse pero la sorpresa del ataque lo sobrepasó, lo volteó, y lo empezó a morder en el piso. Yo le pegué una patada fuerte al perro atacante y logré sacarlo de ahí y que se fuera. Cuando se levantó Firulait temblaba de la bronca. Era un sentimiento genuino y puro, tenía tanta indignación, se sentía tan ultrajado que no dejaba de temblar de la bronca. De a poco se fue calmando y se le fue pasando

No siempre fueron paseos fáciles los que hacíamos con Firu, sus primeras salidas quería andar suelto, pero no lo sabía hacer, cruzaba la calle, yo no había sabido enseñarle a no hacerlo, aunque lo había intentado. Quizás me había frenado justo cuando estaba por empezar a aprender. Cuando salía, conmigo o con alguien más, tiraba de la correa, la quería arrancar de las manos para pasear en libertad. Lo hizo eso por muchos meses, quizás por un año, hasta que se a poco se acostumbró a la correa, pero de todos modos era el quien dirigía el paseo y hacia donde se iba, tenía genes de borde coli, su padre era un border coli. Cuando se cansaba del paseo o no quería ir hacia algún sitio, sencillamente se sentaba en el piso y no se movía más. Él amaba sus paseos, esas dos salidas por día, de un rato cada una, eran para el los mejores momentos del día. Sé que debí darle mucho más que eso, pero es lo que le pude dar Después volvíamos y se acostaba en la cama a descansar, con el deber cumplido. Los últimos paseos, en verano, Firu falleció en verano, volvía e iba hacia la canilla que estaba en el patio externo de mi casa, se ponía justo debajo de ella, pegaba el lomo a la canilla, y esperaba que yo la abriera para mojarlo. Ahí yo lo mojaba todo, el paseaba de lado a lado abajo del agua, y después subía a ponerse frente al ventilador arriba de la cama

Una de las cosas que más le gustaban era pasear bajo la lluvia, los días de lluvia salíamos los dos y se paseaba mojándose y pisando los charcos y las alcantarillas inundadas, a veces se recostaba en la alcantarilla completo

Otra cosa que le gustaba era pasar por la casa de artículos para mascotas que estaba justo a la vuelta del paseo. Mediodía y media tarde cuando volvíamos, no la dejaba pasar. Iba a la casa se metía y la recorría toda oliendo todos los rincones, saludaba a sus dueñas. A veces recibía algún regalo. Después salía e íbamos para casa

Firulait amaba los paseos, espero que este paseando donde esta

 

Firulait y los juegos

 

Firualit tenía un espíritu alegre y festivo, se enganchaba en cualquier juego que se le proponía. Como era un perro explorador, de chico y hasta adulto, cuando vivíamos en la otra casa, uno de los juegos preferidos del Firulait era el que hacíamos con su comida. Yo lo encerraba en la pieza y después le iba escondiendo comida en todos los lugares de la casa, atrás de las masetas, adentro, arriba de las sillas, en el baño, en el bidet, arriba del inodoro, en los escalones de la escalera. Para que se divirtiera más le envolvía los granos de alimento en servilletitas de papel y le hacía bombitas de papel. Después le abría la puerta de la pieza y él como un verdadero explorador iba por toda la casa encontrando las servilletas, rompiéndolas todas y comiendo el alimento. Esa búsqueda de la comida le llevaba cerca de media hora, hasta que encontraba y comida todos los granos de comida que le dejaba regados en la casa, pero no dejaba un solo grano sin encontrar. A veces le ponía los granos debajo de algo tapado, por ejemplo un balde, y se quedaba ahí esperando que lo destapara

Otro de los juegos que le gustaba mucho a Firulait era el de tirar, con alguna prenda de ropa mía, una media, o un repasador, o una remera vieja, íbamos a la cama y él tiraba de un lado y yo del otro. Para complejizarle el juego yo le iba tocando las patas (odiaba que le tocara las patas) y él las volvía para atrás, sin dejar de tirar. Cuando ya le tocaba las dos patas el quedaba en el aire con las patas retraídas tirando de la prenda de ropa que estábamos disputando. Era cómico como cuidaba sus patitas y trataba que no le tocaba. Eso nos da pie el otro juego que teníamos. A veces él estaba en la punta de la cama acostado y se lamia las patitas, con concentración y dedicación, primero una y después otra, con suavidad y con amor, tratándolas como algo precioso. Yo me ponía en la cama al lado de él, en la misma posición en la que estaba él, con las dos manos hacia adelante como las patas de él, y el lamía una de sus patas. Enseguida él, como si lo hubiese ensuciado se lamía la pata que le había lamido yo, en la parte que le había lamido, se limpiaba. Enseguida yo le lamía de nuevo la pata de él, y él se volvía a lamer en el mismo lugar. A la tercera ver yo me lamía mi propia mano, que estaba al lado de las patas de él, y él me lamía la mano, en el mismo lugar que me había lamido yo, me limpiaba. Enseguida yo me volvía a lamer la mano y el volvía a lamer mi mano en el mismo lugar

Una variante del juego de esconder la comida es el juego que teníamos cuando yo iba a la terraza de alguna de las dos casas a hacer taichí o yoga, él venía conmigo. Yo le regaba toda la terraza de granos de aliento, y mientras yo entrenaba él iba comiendo los granos por toda la terraza. Después terminaba, se acostaba y se quedaba esperándome que terminara

Pero los juegos más interesantes eran los que proponía el. En mi peor época, cuando más deprimido o quieto estuve, fue cuando más juegos me vino a proponer. Yo solía estar en la cama, y él me traía siempre una media o un repasador para que tiráramos uno de cada lado. Yo tiraba un ratito y después lo dejaba que se lo llevara. O sino, yo solía estar en la cama acostado y el venia me rozaba con la cabeza, y después de ponía de espalda, cerca de la mano, para que yo le rascara la espalda. Yo le rascaba un ratito y después lo dejaba. Y él se volvía a su cucha

En la casa anterior que estuvimos, la segunda casa que vivimos teníamos un garaje debajo de nuestra casa que era parte de la casa y varias pelotitas de tenis. Íbamos al garaje y yo e hacia rebotar las pelotitas de tenis contra la pared o contra el piso, y se volvía loco porque trataba de agarrar todas las pelotitas juntas. Cuando agarraba una la soltaba e iba hacia otra. Firulait amaba saltar. Una de las veces puso una de esa pelotitas de tenis adentro del bolso de una alumna de los talleres de escritura. Se la regaló. Cuando llegó a su casa ella me escribió sorprendida y entretenida diciéndome que en el bolso le había aparecido una de las pelotitas de tenis de Firulait

 

Firulait y las plantas

 

Cuando nos mudamos a la segunda casa con Firulait, el cachorro aun, yo enseguida empecé a tener un montón de plantas. Las tenía en el pequeño patiecito interno que teníamos. Al principio a Firu le daban curiosidad, iba a ese patio y andaba entre las plantas o se acostaba ahí cerca de ellas. Yo traía una nueva planta y él veía todo el proceso de pasarla a la maseta y después al patio con dedicación y curiosidad. Después iba al patio y se echaba entre las plantas. Temeroso de que las empezara a romper un día le dije: Firu, no rompas las plantas, son importantes para mí. Nada más que eso, ni lo amenacé ni le pegué, solo le pedí, hablándole que no rompiera las plantas. Eso alcanzó para el cachorro Firulait, nunca rompió una planta, nunca intentó hacer nada con ninguna de las plantas, teníamos más de 40. Yo veía que las trataba con respeto y aceptación. La otra cosa que le dije fue, las plantas son nuestras hermanas. Y de ese modo las trató siempre

 

Firulait y sus compañeros

 

En el segundo barrio que vivimos Firulait cachorro intentó hacer un amigo, se trataba de un gran perro policía que vivía a la vuelta de nuestra casa, siempre estaba encerrado tras una reja, y me había comentado una vecina que le había matado un pequeño perro a ella, que tuviera cuidado con él. Siempre que pasábamos por ahí él iba hasta donde estaba el perro policía y se acostaba a mirarlo. Pero un día agarró algo de la calle, no me acuerdo bien que cosa, fue hasta la reja de donde estaba el perro policía y se lo dejó ahí con la boca. Se lo regaló. El cachorro Firulait le hizo un regalo a su amigo, el perro policía. Que como una deferencia, si bien le ladraba a todos los que pasaban por ahí, a Firulait no le ladraba.

La otra amiga de Firulait fue su gran amiga, Lola, una perra blanca con manchas marrones que vivía en nuestro barrio, tenía varias casas, aunque le encantaba estar en la vereda. Se ponía siempre en la vereda enfrente de nuestra casa y miraba y ladraba hacia la casa de Firulait. Firu se ponía en la cama y la miraba por la ventana. Estaban horas mirándose, era su gran amiga. Cuando Firulait salía de paseo ella lo acompañaba todo el paseo, y de regreso intentaba entrar a casa. Una vez la deje entrar y entre los dos hicieron pedazos una de las camitas que tenía firu. Hubo un día que lo salí a pasear a la tardecita, y como firulait quería estar libre, no se dejaba pasear y tiraba de la correa, ella comenzó a ayudarlo, agarró la correa con la boca y comenzó a tirar de la correa de firulait junto con él para arrancármela de la mano. Finalmente lo solté y firu anduvo unas cuadras sin correa. Después de suelto entre los dos continuaron mordiendo la correa que estaba en el piso para liberarlo de eso. Cuando nos mudamos de golpe de la casa que estábamos a la última casa en la que vivió Firulait, ella estaba en la calle y vino con nosotros. Ella y otro perro más, esta vez macho, que era amigo de Firulait. Cuando llegamos, entramos, fuimos hasta la terraza, era una casa en la que había vivió firu sus primeros dos meses de vida, y de la excitación que tenía firu saltó al tapial de la terraza, pasó de largo, yo lo traté de agarrar pero no pude retenerlo y cayó al patio del vecino un piso y medio abajo. Cayó con toda la espalda, pegó de espalda, se levantó y salió caminando. Después fui hasta la vuelta a buscarlo y el vecino me lo trajo. Esa vez Firu tuvo un Dios aparte esa vez, no se hizo nada. Como Lola sabia donde vivíamos, y a veces la traían hasta acá, a partir ese momento, lo visitó casi siempre. Venía y se quedaba afuera esperándolo que saliera o que la dejemos entrar. A mí se me complicaba dejarla entrar porque tenía una gata que vivía con nosotros y que Lola había corrido varias veces. Cuando íbamos por la calle yo la iba retando a Lola porque corría todos los gatos. Aunque uno de sus dueños después me dijo, al tiempo, que cuando los alcanzaba no les hacía nada. Como algo marcado por el destino cuando murió Firulait, Lola había muerto quince días antes, Por un cáncer terminal que le había agarrado. Murió Lola, y a los quinces días se fue Firulait. Ahora deben estar juntos corriendo por los campos del cielo. Fue su gran amiga, muchas veces yo la dejé subir a la terraza junto con Firuliat, y ahí se corrían, se mordían y jugaban hasta que quedaban agotados

La otra amiga que tuve Firu fue Olivia, una perra amarilla del barrio, líder de toda la manada que se juntaba en la esquina, a media cuadra de mi casa. Al principio recibió a Firu en el barrio con indiferencia, pero se notaba que ella quería algo más que esa relación distante, así que de a poco se fue acercando a Firu, hasta que se hizo amiga íntima. Cuando salíamos a pasear ella levantaba la manada de perras y perros que había en la esquina, y nos acompañaba todo el paseo. Además de acompañarnos todo el paseo, traía con ella a todos los perros que se juntaban en la esquina. Olivia tenía una característica, para saludar a Firu venia y le lamia la trompa apenas, lo veía, le daba un beso, después seguía su camino. También lo hacía con las personas, pero a nosotros nos pasaba muy cerquita y nos lamía la mano.

La otra amiga de Firulait era la negrita, la perra aliada de Olivia, que vivía con ella. Era una cruza de Border Coli, viejita y de modales suavecitos y cuidados. Ella era la que guiaba a todos los perros con sus ladridos. Para entrar a la casa de Firulait ladraba en la puerta, le abríamos y todos entraban. Para salir ladraba en la puerta del lado de adentro, la abríamos y todos salían. Cuando ladraba en la esquina era porque su dueña Cristina salía a darles de comer, y todos los perros iban a comer ante su ladrido. La dos, Olivia y la negrita, comían todos los días con Firulait a la tarde la comida que les daba mi tío. Compartían comidas y paseos, eran su manada

Había un perro más que venía a otro barrio a sumarse a la manada que era la galga. Una perra toda negra, alta y grandota, que venía a comer y dormir en la casa de mi tío. También compartía comida y paseos con Firulait. A veces traía al Pancho, un perro mediano negro con blanco, que venía del barrio de la galga. Ambos tenían dueño y dormían en las casas de sus dueños por la noche. El perrito se llamaba Pancho. Con Pancho Firulait compartía una competencia sana, se recelaban, se gruñían pero no se atacaban, cuando se pasaban cerca lo hacían con tensión y gruñidos pero nunca ninguno de los dos ataco al otro. Pancho en los paseos nos seguía a 10, 15 metros respetándole la distancia a Firulait. En medio de los paseos Firulait de a poco se iba relajando y lo dejaba acercar. Un perro macho más venia y era un gran amigo de Firulait. Era un perro al que le decíamos viejito, que venía con Lola del viejo barrio de Firu. Los dos eran del mismo dueño, venían hasta acá para pasar rato con Firu. Con el viejito Firu si se acercaba, le movía la cola y le lamia la cara, y el viejito si bien no movía la cola, lo dejaba hacer, nunca le mostro los dientes. Él, un poco más atrás, a su ritmo, nos acompañaba todo el paseo.

 

Firulait y su partida

 

El mensaje me llegó el viernes 26  10 de la mañana. Falleció Firulait. Quince minutos antes de eso yo había recibido otro mensaje: El gordito pasó una muy mala noche, se deprimió muchísimo, vomitó un vomito negro y casi no tiene reflejos. Está en las últimas. Creo que no vamos a poder salvar al gordito. Eran los mensajes de su veterinario. Con el primer mensaje yo me preparé para ir a acompañarlo en su partida, tomarle la patita mientras se iba, pero cometí el error de tardar un poquito más porque pensé que iba a tener más tiempo. Me hice unos mates para asimilar la noticia, hasta ahí yo pensaba de nuevo que se salvaba, iba a tomar dos mates y salir, y justo cuando salía me llegó el segundo mensaje. A los tres años y medio había fallecido Firulait. Toda la vida me voy a arrepentir de esa tardanza en arrancar. Todos los mensajes me dolieron. Yo ya sabía que iba a fallecer Firulait porque un mensaje que me había mandado el veterinario el día anterior, él estaba internado ya, yo a punto de salir para taichí, y un mensaje que me había enviado el veterinario hablaba de que tenía destrozados el hígado, los riñones y el estómago. Cerraba diciendo “El panorama que se nos presenta es horroroso” Era 25 de enero de 2024, un 2024 que a mí se me presentaba como un año malísimo. El 24 se estaba llevando a mi compañero Firulait. Les envié el mensajito del veterinario a los familiares y amigos que estaban interesados por la salud de Firulait. Me comuniqué con mi hermana que me dijo que ese momento tenía que visitarlo y estar la mayor cantidad de tiempo posible con él. Me acuerdo cuando recibí ese mensaje porque se me aflojaron las piernas y me invadió la angustia y el horror. Después, enseguida me resigné con la resignación acostumbrada que tenía a todas las cosas malas que me pasaron en la vida. Lo mismo siempre, dolor angustia y rápida resignación. Lo mismo me paso cuando me avisaron la muerte de mi madre, de mi abuelo y de mi abuela. Todos los avisos a la mañana, como si la noche estuviera maldita y se los llevara. Todos en el mismo lugar, la casa en la que estoy escribiendo esto. Mi hermana me dijo que le llevara un chiche que quisiera mucho  Firulait, iba a estar internado e iba a ser la primera noche en mucho tiempo que no iba a estar conmigo. Le llevé una media que él siempre me traía para jugar, para que tiremos uno de cada lado o para que lo persiga para sacársela. Fue la última vez que me miró, Firulair era un perro de miradas. Estaba en el canil que estaba internado para terapia, con la sonda que le estaban pasando para que no le doliera, estaba acostado. Escuchó mi voz, levanto la cabeza y me miró a los ojos, después volvió a acostarse. Lo tuvimos que internar porque había empezado a llorar del dolor y en la internación iba a estar asistido y sedado

Ahora mismo, mientras escribo esto siento con mucho fuerza su presencia. La sentí cuando salí del baño, como nunca la había sentido, como si estuviera acá. Y ahora mientras estoy escribiendo la siento a mis espaldas, sentadito, como se sentaba en vida, esperando como un señorcito, sin ladrar ni decir nada, que le diera algo, o algo de lo que estaba comiendo, o la correa para pasear. Se podía pasar horas enteras esperando sentadito sin decir nada a que se le diera algo. No tenía que esperar tanto porque yo enseguida compartía con el algo de lo que estaba comiendo. Pero ahora lo percibo, esta atrás, a mis espaldas, en mi lado derecho. Está acompañándome en este texto que está siendo necesario pero doloroso. La voz de él me habla en la cabeza, me dice que no quiere que escriba más de él, porque está siendo doloroso para mí

Y sin embargo sigo.

Todo empezó un día de enero, a mediados de enero, un día normal, metido en la rutina normal de nosotros. Yo me levanté, me vine a hacer unos mates, y Firulait vino hasta la cocina donde yo estaba, como siempre, pero no estaba normal, tenía el lado derecho de la cara hinchado. Parecía un Pitbull como le había quedado la trompa. Enseguida llamé a mi hermana y le dije lo que pasaba. Me dijo que lo llevara al veterinario porque una infección en la cara era peligrosa. Media hora después estábamos en el veterinario que estaba a tres cuadras de mi casa. Cuando entró se dio cuenta por el olor, y se agachó y empezó a tratar de irse. Lo habían inyectado algunas veces y le tenía miedo a los veterinarios. Logré calmarlo y pasamos a la sala de espera y después a la sala del veterinario. Dijo que era una infección por un problema en el maxilar, me dio el remedio en pastillas, 8 tomas en 4 días, cada 12 horas. Y una inyección  para que empezara a trabajar rápido la cura. Cuando lo inyectó lo tuve que poner entre las piernas y tenerle la cabeza para que no escapara y el Firu pego dos gritos tan claros, tan vividos, como pidiendo ayuda, porque los pegó hacia afuera. Yo me di cuenta que pedía ayuda con esos gritos para que no se lo inyectara. Eso me habló de nuevo de la bondad de Firulait, jamás se le ocurrió morderme para defenderse, o morder al veterinario. Era un perro grande,  fuerte. Solo pidió ayuda y se resignó al pinchazo. Me di cuenta lo bueno que era como perro cuando a la semana volvimos al veterinario y Firulait le movió la cola. Al veterinario que ya lo había inyectado un par de veces. No obstante eso el Firu lo consideraba un amigo y le movía la cola. Todo aquel que el firu había conocido, todo aquel que había tenido un leve contacto con él, fuera bueno, fuera malo, para el firu era su amigo y le movía la cola

Esa hinchazón en el maxilar era un síntoma de la verdadera enfermedad, la que lo iba a matar, pero los íbamos a descubrir días más tarde, y demasiado tarde para salvarlo. La enfermedad trabajó tan rápido que era imposible salvarlo, aunque lo supiéramos antes

 El primer vomito de Firulait fue cuando terminaba de tomar las pastillas (Por acá debe estar Firulait de nuevo porque ahora mismo escribo y unas lucecitas chiquititas, como puntas de aguje se prenden en la pantalla y el teclado. A veces esas pequeñísimas lucitas también se me aparecen en los libros que estoy leyendo) me levanté y había en la cocina un vomito de carne picada, la carene picada con la que le daba las pastillas. Además hubo otro síntoma ese día, cuando bajamos a ver a mi tío, Firualit amaba a mi tío, tenía muy buena relación con él, y comía lo que le daba él, Firu comía con mi tío, una comida saludable de carne cocinada o arroz con pollo. Cuando  fuimos a ver a mi tío Firulait no ladró. Siempre ladraba apenas le decía vamos a ver al tío, ladraba apenas salíamos de mi casa e íbamos abajo que estaba mi tío. Pero esa vez, si bien tuvo energía, no ladró. En ese silencio iba a estar hasta el final de sus días. Firulait ya no iba a ladrar. Tampoco comió porque había vomitado. Lo llevé al veterinario, Firu tenía energía y caminaba bien a esa altura. Días más tarde iba a caminar arrastrando las piernas. Y a los días ya no iba a caminar, yo lo iba a tener que cargar hasta al veterinario. Fui al veterinario, y cuando Firulait lo vio se puso contento y le movió la cola. Estaba viendo a alguien que conocía, un nuevo amigo. Lo trató por una descompostura, lo inyectó, me dijo que estuviera atento a que el estómago no se le dilatara más, o como se dice en la jerga, no se le diera vuelta, que si eso pasaba había que operarlo y nos fuimos a nuestra casa. Esa noche estuve toda la noche atento a que el estómago no se le diera vuelta, que no se agrandara, hinchara o cayera de costado, pero el estómago no se le dio vuelta. No obstante eso al otro día Firulait amaneció peor. Ahora estaba como doblado y caminaba más lento, parecía que hubiese envejecido 15 años. Fuimos muy lento hacia el veterinario, pero aun lo pude llevar caminando. Lo médicó para el hígado, me dijo que el problema ahora ya estaba en el hígado y lo inyectó para el dolor. Fuimos a casa caminando muy lento. Pero volvió a empeorar, y a la tarde estábamos de nuevo en el veterinario. Lo volvió a inyectar para el hígado y para el dolor. La esperanza era que con esto mejorara. Pero a la mañana siguiente el Firu caminaba arrastraba las piernas. No podía caminar del dolor, no podía recostarse todo como le gustaba a él. Se quedaba quieto largos ratos debido al dolor, y a la noche cuando estábamos durmiendo venía a buscarme y se me ponía al lado en silencio, mirándome, como pidiéndome ayuda, Firu estaba muriendo, pero yo no lo podía ayudar. Yo me despertaba, me desvelaba y contaba las horas que faltaban para la primera mañana en que abría la veterinaria e íbamos para allá. Él en su silencio me pedía ayuda. Me acuerdo la última vez que dormimos juntos, el dormía en la cama conmigo desde muy chico y habíamos dormido juntos, uno en cada lado de la cama, o él a los pies más de tres años. La última vez que dormimos juntos fue la última noche que durmió en casa, él estaba tirado todo de costado y yo pegado a él. Y allá, en el fondo de la cama  nuestras piernas se tocaban. Dormimos tocándonos los pies toda la noche, se sintió bien, se sintió de nuevo normal, de nuevo Firu en casa. Yo no lo sabía, nos estábamos despidiendo.

A la tercera vez seguida que fuimos al veterinario, el probó algo más radical, lo sedó, y lo subimos a la camilla. Le pasó suero, le sacó sangre, le hizo una ecografía y le revisó la boca. Antes de eso me había dicho que era importante que Firu dejara de vomitar, hacía tres días que vomitaba. No había vomitado a la noche, pero a la mañana antes de ir al doctor vomitó en la cama, un vomito amarillo que era todo bilis. Yo le limpié la boca del vomito antes del ir al veterinario con servilletas de papel, como si eso hiciera que ese vomito no existiera, como si eso sacara al vomito de nuestras vida y curara al Firu. Le tomé una foto al vómito, se lo mandé al veterinario y en un ratito ya estábamos de nuevo en el consultorio. A esa altura Firu estaba doblado del dolor y casi no caminaba, o lo hacía muy lento y arrastrando las piernas, a pesar que se esforzaba y lo intentaba, así que la mitad del camino yo lo cargué hasta la veterinaria. Esa breve caminata fue la última vez que caminó, desde ahí ya no caminó más.  En la camilla le hizo una ecografía y vio que el estómago se fusionaba con el hígado, que el hígado estaba muy comprometido. Después le saco sangre. Y al final le revisó la boca y ahí encontró la enfermedad. Tenía llagas en la boca, una señal de que tenía leptopirosis. Le tomó la fiebre y me dijo que tenía 42 de fiebre. Una fiebre que pasaba lo normal. Después se despertó un poco y volvimos. Lo cargue todo el camino, haciendo paradas porque me era muy pesado. En una de esas paradas paramos en el negocio de artículos para mascotas que él amaba ir y nos quedamos un ratito ahí, el acostado en el piso, consciente y sin poder moverse, y yo al lado de él. Después seguimos y llegamos hasta casa. Lo acosté en la cama, y por primera vez en todo un proceso de dolor muy grande que estaba viviendo lloró. Estaba en la cama sin poder moverse y lloraba. Llamé a mi hermana y acordamos pedir la internación al veterinario. En una hora con mis tíos en auto lo llevamos a internar. Lo dejamos en el canil que hacía de internación con una sonda. Y esa misma tarde vinieron los resultados de los análisis de sangre que daban números de deterioros terribles. Fui a visitarlo a la tarde con mi hermana, le llevé una media que usaba para jugar y fue la última vez que lo vi con vida. Si bien reaccionaba al tratamiento y mejoraba el deterioro que le había hecho la leptopirosis era muy grande. Esa vez que se elevó y me miró a los ojos fue el último contacto que tuvimos en vida con mi perro Firuliat. Nuestro primer contacto, cuando tenía 23 días fue mirarnos a los ojos. Me miró a los ojos él. Nuestro último contacto tres años y medio después fue mirarnos a los ojos. Me miró a los ojos él. En medio quedan tres años y medio de una vida de compañía maravilloso, y un dolor y un vacío que hace que el mundo se me haya vuelto distinto, mucho más feo y mucho menos habitable. Escribo de el para revivirlo de nuevo, para que en los recuerdos de los textos en presente esté de nuevo vivo. Pero esa semana de padecimiento y esa partida, Firualit, que muchas veces me oficiaba de maestro, me dejo algunas enseñanzas y una razón

Una de las tantas veces que volvíamos del veterinario, Firulait doblado por el dolor y volando de fiebre, caminando bien despacio y arrastrando por momentos las piernas, y siendo cargado por momentos por mí, estábamos en la vereda de nuestra casa, Firulait hacia días que no ladraba y no comía. Y en eso vio venir caminando desde la esquina una perrita viejita y cieguita, y le movió la cola. Se concentró en ella y la esperó moviendo la cola. Ahí Firuait me dio una nueva lección, podía mostrar alegría a pesar del estado en que estaba. A pesar de todo ese dolor y todo ese padecimiento, del estado en que tenía los órganos, igual le mostro alegría a la perrita cieguita que pasaba y la esperó moviendo la cola.

Toda esa semana Firulait hizo una serie de cosas como si se estuviera despidiendo. Otra vez lo saqué al patio, era el momento en que ya arrastraba las piernas y el costaba subir a la cama, se quedaba a mitad de camino y había que subirlo. Lo saqué al patio un poco para ver si había alguna mejora, otro poco para que se oxigenara un poco. Y caminando lento solo enfiló para la escalera que daba a la terraza, con todo el esfuerzo del mundo empezó a subir, escalón tras escalón hasta que llegó a la terraza y dio unas vueltas ahí. En esa terraza habíamos sido felices, habíamos jugado, me había acompañado mientras yo hacía taichí y el comía el alimento para perros que yo le regaba por toda la terraza. Habíamos jugado con pelotitas, o simplemente había observado a todos. Firu amaba estar en esa terraza. Aunque estaba en casa era una de nuestras salidas. Yo le decía terraza y el subía contento para la terraza como si fuera el mejor programa del mundo. En ese momento me sorprendió aun en ese estado queriendo subir a la terraza. Después me di cuenta, se estaba despidiendo de la terraza

No fue de la única cosa que se despidió por esos días, En otro momento, viniendo del veterinario, caminando con dificultad pasamos por la casa de artículos para perros a la que íbamos de pasada siempre que paseábamos, dos veces por día, al mediodía y a la media tarde. Pasábamos y él entraba y olfateaba todo, saludaba a las dueñas y después se iba, Amaba hacer eso, en el camino recibía siempre alguna golosina de regalo. Ese di asubio con esfuerzo los dos escalones de la entrada, dio una vuelta alrededor de la casa, y se fue. Se había ido a despedir de la casa y de sus dueñas

Más tarde ya en el barrio hizo que lo llevara hasta la esquina, donde estaban las perritas del barrio amigas de él, y su dueña Cristina. Llegamos hasta allá y estuvo un rato con ellas. Después volvimos a casa. Más tarde me lo dijo Cristina, vino a despedirse

En el camino había una bolsa de arena, de las de construcción, de las grandes, él amaba acostarse en esas bolsas de arena. Se frenó ante ella, dio un pequeño salto con esfuerzo y se acostó por última vez en la bolsa de arena. También se estaba despidiendo de la bolsa de arena

La otra cosa que demostró Firulait en todo esta enfermedad fue su gran fuerza y su entereza. A pesar de sufrir un dolor insoportable que lo hacía estar doblado y arrastrar las piernas de atrás no lloró hasta el último día, el día anterior a la internación, que estaba en la cama y cada tanto pegaba un pequeño llorido mientras intentaba levantarse pero levantaba nada más la cabeza y no podía más que eso. Fue un ratito, enseguida lo internamos. Después por los números que tenía y el estado en que tenía los órganos nos dimos cuenta del sufrimiento que estaba teniendo

Otra cosa que mostró fue la enorme fuerza de voluntad, para comprobar si mejoraba y contenerlo un poco, cuando él estaba tirado en la cama, yo agarraba la correa y le decía vamos a pasear, palabras mágicas para él. Y él estaba como estaba, se levantaba igual y venía a que le pusiera la correa. Eso lo haca cada vez que íbamos al veterinario o salíamos un poco

Tres veces mostró una fuerza de voluntad donde venció a los impedimentos de la enfermedad. Una vez fue la vez que se subió a la bolsa de arena, saltó, quedó colgado, trepó, y logró lo que quería. Se apoyó en la arena. Otra vez fue la última vez que orinó, las patas de atrás ya no lo sostenían, y a pesar de eso hizo un gran esfuerzo y casi temblando, casi agachado, orinó en un árbol. Fue la última vez que orinó. Y la tercera vez fue cuando se recostó por completo en la cama, como le gustaba hacer a él. Le dolía mucho toda la zona de la panza, y lo había intentado varias veces pero siempre había desistido de acostarse por completo en la cama. Esa vez, lo intentó, bajo un poco, se frenó, bajo un poco más, se frenó y bajo completamente, y se recostó por completo en la cama. Las piernas de atrás estiradas y toda la pansa apoyada en la cama. Logró lo que quería. Se le vio un gesto de satisfacción en la cara, Era un guerrero

De las razones de la muerte de Firualit que me dieron me quedo con una que me dio un amigo mapuche. Me mandó un mensaje y me dijo: Ese perro fue un héroe, fue su héroe. Por los datos tan grandes de deterioro que tenía y el daño que tenía el cuerpo tan grande, esa enfermedad no era para él, era para usted, y le tomó el por usted. El tomó y padeció algo que iba dirigido a usted, por amor

 

Firulait, lo que me dejo

 

Me acuerdo todavía, tengo una imagen, de cuando Firu y yo salíamos a pasear a las tardecitas, íbamos a todas las plazas y plazoletas de la avenida San Martin y nos frenábamos en la última plazoleta que había antes que se convirtieran en plaza, en la esquina de Primera junta. Nos sentábamos los dos ahí, en invierno, con el frio del invierno, y veíamos pasar los coches que iban por la avenida. Yo le iba dando pequeños pedacitos de masita y él iba comiendo. Así nos pasábamos un rato, mirando las plazas, los coche sque pasaban y comiendo macitas. Era nuestra salidita de tardecita. Dicen que cuando morís te vas al momento en que fuiste más feliz (Es una de las tantas teorías sobre la muerte) Si yo tengo que elegir dónde ir al momento de mi muerte elijo ir a ese momento, en las plazas, comiendo masitas y mirando el mundo pasar, con Firulait sentado a mi lado

El gordo me dejó los momentos más felices de mi vida. Me dejó una vacío, que aunque haga este libro y cuente la vida de él nunca lo voy a llenar. Me dejó una ausencia que se vuelve pesada, pero me dejó también la certeza de que viví con un ser mágico. Dios me dio la posibilidad, Dios y quienes me lo regalaron, me dieron la posibilidad de compartir tres años y medio con un ser maravilloso y mágico. Y lo único que espero en esta historia de continuidades y reencarnaciones, y multimenciones es volvérmelo a encontrar, volver a compartir un rato con él. No tener ya tantos miedos que lo limiten, y ser mejor compañero de lo que fui para él, le pude haber dado mucho más de lo que le di. Si ahora me dijeran que Firulait está vivo, viviendo con otras personas, pagaría toda la plata del mundo porque así fuera. Que él pudiera estar vivo, viviendo los años que le faltaron en paz y armonía, como él amaba en la vida, la paz, la armonía y el amor. Porque el gordito, el negro, el cachorro, como le decíamos, era todo amor. Vino al mundo a dar amor, y de sobra que lo dio. Ojala el mundo nos vuelva a encontrar en alguna otra dimensión

 

lunes, 22 de abril de 2024

Firulait y los juegos

 

 

 

Firualit tenía un espíritu alegre y festivo, se enganchaba en cualquier juego que se le proponía. Como era un perro explorador, de chico y hasta adulto, cuando vivíamos en la otra casa, uno de los juegos preferidos del Firulait era el que hacíamos con su comida. Yo lo encerraba en la pieza y después le iba escondiendo comida en todos los lugares de la casa, atrás de las masetas, adentro, arriba de las sillas, en el baño, en el bidet, arriba del inodoro, en los escalones de la escalera. Para que se divirtiera más le envolvía los granos de alimento en servilletitas de papel y le hacía bombitas de papel. Después le abría la puerta de la pieza y él como un verdadero explorador iba por toda la casa encontrando las servilletas, rompiéndolas todas y comiendo el alimento. Esa búsqueda de la comida le llevaba cerca de media hora, hasta que encontraba y comida todos los granos de comida que le dejaba regados en la casa, pero no dejaba un solo grano sin encontrar. A veces le ponía los granos debajo de algo tapado, por ejemplo un balde, y se quedaba ahí esperando que lo destapara

Otro de los juegos que le gustaba mucho a Firulait era el de tirar, con alguna prenda de ropa mía, una media, o un repasador, o una remera vieja, íbamos a la cama y él tiraba de un lado y yo del otro. Para complejizarle el juego yo le iba tocando las patas (odiaba que le tocara las patas) y él las volvía para atrás, sin dejar de tirar. Cuando ya le tocaba las dos patas el quedaba en el aire con las patas retraídas tirando de la prenda de ropa que estábamos disputando. Era cómico como cuidaba sus patitas y trataba que no le tocaba. Eso nos da pie el otro juego que teníamos. A veces él estaba en la punta de la cama acostado y se lamia las patitas, con concentración y dedicación, primero una y después otra, con suavidad y con amor, tratándolas como algo precioso. Yo me ponía en la cama al lado de él, en la misma posición en la que estaba él, con las dos manos hacia adelante como las patas de él, y el lamía una de sus patas. Enseguida él, como si lo hubiese ensuciado se lamía la pata que le había lamido yo, en la parte que le había lamido, se limpiaba. Enseguida yo le lamía de nuevo la pata de él, y él se volvía a lamer en el mismo lugar. A la tercera ver yo me lamía mi propia mano, que estaba al lado de las patas de él, y él me lamía la mano, en el mismo lugar que me había lamido yo, me limpiaba. Enseguida yo me volvía a lamer la mano y el volvía a lamer mi mano en el mismo lugar

Una variante del juego de esconder la comida es el juego que teníamos cuando yo iba a la terraza de alguna de las dos casas a hacer taichí o yoga, él venía conmigo. Yo le regaba toda la terraza de granos de aliento, y mientras yo entrenaba él iba comiendo los granos por toda la terraza. Después terminaba, se acostaba y se quedaba esperándome que terminara

Pero los juegos más interesantes eran los que proponía el. En mi peor época, cuando más deprimido o quieto estuve, fue cuando más juegos me vino a proponer. Yo solía estar en la cama, y él me traía siempre una media o un repasador para que tiráramos uno de cada lado. Yo tiraba un ratito y después lo dejaba que se lo llevara. O sino, yo solía estar en la cama acostado y el venia me rozaba con la cabeza, y después de ponía de espalda, cerca de la mano, para que yo le rascara la espalda. Yo le rascaba un ratito y después lo dejaba. Y él se volvía a su cucha

En la casa anterior que estuvimos, la segunda casa que vivimos teníamos un garaje debajo de nuestra casa que era parte de la casa y varias pelotitas de tenis. Íbamos al garaje y yo e hacia rebotar las pelotitas de tenis contra la pared o contra el piso, y se volvía loco porque trataba de agarrar todas las pelotitas juntas. Cuando agarraba una la soltaba e iba hacia otra. Firulait amaba saltar. Una de las veces puso una de esa pelotitas de tenis adentro del bolso de una alumna de los talleres de escritura. Se la regaló. Cuando llegó a su casa ella me escribió sorprendida y entretenida diciéndome que en el bolso le había aparecido una de las pelotitas de tenis de Firulait

sábado, 20 de abril de 2024

Firulait y los paseos conmigo

 

 


 

Los paseos con Firualit empezaban con una extraña precisión horaria. Hacíamos dos por día. Uno a la una de la tarde, otro a las cinco de la tarde. Con él que pasaba algo extraño era con el paseo de las cinco de la tarde. Sin saber yo jamás como conocía el horario cinco menos diez venía para el comedor donde estaba yo trabajando para que le pusiera la correa. Todos los días, sin faltar, cinco menos diez venia al comedor, se ponía al lado y se me sentaba mirándome, como diciéndome “Bueno es hora que salgamos a pasear” Yo ahí le decía la palabra mágica “Paseo” Y él empezaba a ladrar y apurarse. Le ponía la correa, la llevaba el en la boca hasta abajo, y abajo la dejaba para que yo la agarrara. Después salíamos a la calle y empezaba el paseo. En el paseo íbamos yendo por el camino que el elegía, a  veces yo trataba de definir el camino pero me terminaba entregando a su hoja de ruta. La otra cosa que tenía era que era terriblemente rutinario, si un día había cruzado enfrente por la mitad de la calle, el resto de los días iba a cruzar enfrente por la misma mitad de la calle. No iba a haber manera de disuadirlo de hacerlo. En los paseos iba olfateando todo en el camino, y  chupando. A veces se frenaba en árboles y se ponía a olfatear, seguramente orina de otro perro, o una perra en celo, y después se ponía a chuparlo. Sacarlo de ahí era un delito, no quería salir y hacia pequeño gruñidos para que se lo dejara en el lugar. Como tenia forma de labrador pero genes de border coli, cuando veía un perro que venía de lejos, se acostaba en el piso mirándolo y esperándolo, como hacen los bordes colis. Con los perros que nos cruzábamos en la calle la situación era difícil. Dos veces tratando de jugar dos perros machos lo habían atacado y lo habían mordido, así que le había quedado esa imagen, y le gruñía a todos los perros machos que se le acercaban. Con las hembras era diferente, con ellas socializaba y tenía muchas amigas en el barrio. Firulait tenía sentimientos profundos y puros, y los manifestaba en el cuerpo. Uno de los machos que lo atacó lo estaba paseando yo. Era de noche, estábamos en la plaza del club Junín, dos veces había venido a jugar y había jugado con él. Pero la tercera lo agarró a Firulait distraído esperando que jugaran, y lo que hizo fue atacarlo. Firulait intentó defenderse pero la sorpresa del ataque lo sobrepasó, lo volteó, y lo empezó a morder en el piso. Yo le pegué una patada fuerte al perro atacante y logré sacarlo de ahí y que se fuera. Cuando se levantó Firulait temblaba de la bronca. Era un sentimiento genuino y puro, tenía tanta indignación, se sentía tan ultrajado que no dejaba de temblar de la bronca. De a poco se fue calmando y se le fue pasando

No siempre fueron paseos fáciles los que hacíamos con Firu, sus primeras salidas quería andar suelto, pero no lo sabía hacer, cruzaba la calle, yo no había sabido enseñarle a no hacerlo, aunque lo había intentado. Quizás me había frenado justo cuando estaba por empezar a aprender. Cuando salía, conmigo o con alguien más, tiraba de la correa, la quería arrancar de las manos para pasear en libertad. Lo hizo eso por muchos meses, quizás por un año, hasta que se a poco se acostumbró a la correa, pero de todos modos era el quien dirigía el paseo y hacia donde se iba, tenía genes de borde coli, su padre era un border coli. Cuando se cansaba del paseo o no quería ir hacia algún sitio, sencillamente se sentaba en el piso y no se movía más. Él amaba sus paseos, esas dos salidas por día, de un rato cada una, eran para el los mejores momentos del día. Sé que debí darle mucho más que eso, pero es lo que le pude dar Después volvíamos y se acostaba en la cama a descansar, con el deber cumplido. Los últimos paseos, en verano, Firu falleció en verano, volvía e iba hacia la canilla que estaba en el patio externo de mi casa, se ponía justo debajo de ella, pegaba el lomo a la canilla, y esperaba que yo la abriera para mojarlo. Ahí yo lo mojaba todo, el paseaba de lado a lado abajo del agua, y después subía a ponerse frente al ventilador arriba de la cama

Una de las cosas que más le gustaban era pasear bajo la lluvia, los días de lluvia salíamos los dos y se paseaba mojándose y pisando los charcos y las alcantarillas inundadas, a veces se recostaba en la alcantarilla completo

Otra cosa que le gustaba era pasar por la casa de artículos para mascotas que estaba justo a la vuelta del paseo. Mediodía y media tarde cuando volvíamos, no la dejaba pasar. Iba a la casa se metía y la recorría toda oliendo todos los rincones, saludaba a sus dueñas. A veces recibía algún regalo. Después salía e íbamos para casa

Firulait amaba los paseos, espero que este paseando donde esta

Firulait y Saphira

 


 

De chiquito tenía una relación de curiosidad distante con los gatos. Criado en un barrio lleno de gatos callejeros, Firulait no los molestaba, no los corría ni les ladraba, los respetaba. El desafío para Firulait se presentó cuando llegó a nuestra casa Sapirha, nuestra gata. Sapirha era una colorada diminuta escurridiza y con mucho carácter. Era muy chiquitita y se sentía en peligro todo el tiempo, así que todo el tiempo escapaba y se escondía. Primero entró en confianza conmigo, Yo para que entrara en confianza conmigo me sentaba en una punta de la pieza que ella ocupaba, donde se escondía de nosotros y le iba tirando arrastrando por el piso los granos de alimento que ella comía. Ella los trataba de atrapar o los perseguía. Después de un rato la pieza estaba llena de alimentos y ella comía de ahí. Ese juego hizo que entrara en confianza conmigo. Ahora faltaba que entrara en confianza con Firulait. La primera vez que los presenté fue gracioso, y un desastre también. La llevé hasta Firulait en las dos manos y le dije: Firulait, esta es tu hermana Saphira. El echó la cabeza para atrás, abrió los ojos grandes y levantó las orejas como diciendo “¿Qué cosa es esa?” Sus gestos de sorpresa siempre fueron graciosos. Ella, una pequeña gata colorada con mucho carácter lo tomó por su parte como el depredador más peligroso del mundo. Le hizo un bufido, como hacen los gatos cuando pelean, después puso las manos en garra en señal de protección y le mostró todas las uñas. Después se revolvió tratando de rasguñarme. Yo la solté y se fue corriendo a su escondite. Firulait seguía en su posición en la cama, ojos grandes, orejas hacia arriba mirando adonde había ido la gata, como diciendo “¿Qué acaba de pasar?”

Después de varios encuentros precavidos logramos que ella se amigara con Firulait. A los días compartían coma y algunos juegos. Pero nunca se prestaron mucha atención, salvo compartir la cama. Cuando yo venía de la calle siempre estaban los dos en la cama. Salvo ese día que Firualit lamiéndole le curó la patita renga. Y ese otro día en que hubo una devolución de gentilezas de Sapirha, y ella lo cuidó a él. Hubo una época en que yo publicaba fotos de Firulait en el faceb, una de vez en cuando, y cuando lo hacia Firulait amanecía descompuesto, hacia caca con sangre. O era casualidad o alguien le tiraba mala energía. En una de las descomposturas Firulait no se recuperaba, habíamos ido ya al veterinario y hacia caca con sangre y vomitaba. De día estaba bien pero a la noche se descompensaba. Entonces yo le dije a Saphira, cuidá a tu hermano, ayudá a tu hermano. Esa noche Saphira durmió toda la noche debajo de la cama, justo debajo de donde estaba Firulait arriba de la cama, como protegiéndolo de la calle o de algo que venía de abajo. Firulait amaneció curado

La relación con Saphira, ya ganada den carácter, era de cierto temor. Sapirha a veces se ponía bardera y Firulait, que nunca le gustaron los problemas, se iba. Cuando estábamos en la pieza y Saphira se trepaba en un lugar demasiado alto, Firulait se levantaba y se iba. Cuando Saphira abría una de las puertas del mueble, que chirriaban, Firulait se agachaba, echaba las orejas para atrás y se iba. Le tenía miedo a los ruidos de las puertas y a las puertas que se abrían y cerraban.

Pero a su manare la quería y la cuidaba a Saphira. Un día como conté antes, salíamos a la calle con Firualit, y Saphira que estaba espiando desde los techos cayó de los techos hacia la calle. Me rozó la cabeza y cayó al piso, de aproximadamente tres pisos. Tuvo suerte que cuando cayó nosotros estuviéramos en la calle, sino jamás la hubiésemos visto, Enseguida salió corriendo y se escondió abajo del auto del vecino. Yo la fui a buscar, y la llevé adentro. Paseamos con Firu y cuando volvimos Saphira no apoyaba una patita. Yo temí que se hubiera quebrado y le hice un poco de reiki a esa pata. Después le dije a Firulait curá a tu hermana, nada más que eso. Firulait vino y le empezó a lamer la pata que no apoyaba. Firualit no tenía manera de saber que sapirha tenía esa pata lastimada, sin embargo, sin dudarlo, vino y le empezó a lamer esa pata. Al otro día saphira amaneció con la pata curada


jueves, 18 de abril de 2024

Firulait y las personas

 

El año pasado íbamos caminando por la calle con Firualit, esos paseos que a él le encantaba hacer, que hacíamos dos por día. Como todos los perros Firulait tenía una relación especial con las palabras, le bastaba una o dos palabras para ya darse cuenta que íbamos a hacer y predisponerse para eso. Es que esta era otra de las cualidades especiales de Firu, como se dice: Se prendía en todo. Participaba de todas las propuestas que se le hacía, en enganchaba en cualquier juego que se le proponía. Él era un alma dispuesta a las proporciones. El “vamos” para él era el comienzo de los ladridos y ponerse cerca de la correa para que le pongamos la correa. Después la llevaba el mismo con la boca hasta la puerta. A veces en un exceso de alegría se iba con la correa en la boca a la cucha y se acostaba ahí. Cuando hacia eso era gracioso porque era lo contrario a lo que necesitaba para salir. Decía, íbamos caminando con Firulait y pasó una amiga de él que lo había cuidado de chico, en auto, paró y se bajó a saludar. Firu le hizo una fiesta de saltarle, ladrar y mover la cola y doblarse todo. A los días íbamos paseando y pasó en camioneta otro amigo que había sido parte de la infancia de Firu. Y lo mismo, la alegría, los ladridos, la fiesta hasta que el amigo charlo unas palabras conmigo y se fue

Después de eso, cada vez que íbamos por la calle Firulait miraba todos los autos, la parte de la ventanilla, sobre todo los que estaban parados en la verada y se quedaba esperando que bajaran de ahí amigos de él para saludarlos. Él se había quedado con la idea que de esas cosas, que eran los autos bajaban amigos y conocidos a los que se podía saludar con alegría. Yo le decía: No va a bajar nadie de ahí Firu, ya va a pasar otro amigo. Y me lo llevaba a pasear

Firulait era un gran amigo, mío, y de todos los que habitaron su vida. Acompañaba a cada uno en su actividad, o esperaba en silencio que cada uno terminara con lo suyo. A mí me acompañaba todo el tiempo, y estaba todo el tiempo pendiente de las rutinas que teníamos. Cuando comía se ubicaba a mi derecha, sentadito, en silencio, solo mirando, sin pedir ni ladrar. Solo miraba, pero no miraba la comida, miraba hacia adelante. Podía estar toda la comida así, hasta que yo le daba algo. Además de su comida yo compartía parte de mi comida. Cuando alguien venía a casa él ya lo sabía de antes, Incluso de algunas cuadras antes, o de antes que bajara del coche. Se ponía atento y empezaba a ladrar y llorisquear. Yo me daba cuenta con esa actitud de él que alguien estaba viniendo a casa. Y cuando la persona subía le hacía un festejo y una fiesta de ladridos, y mover todo el cuerpo, y rozarlo y doblarse, hasta que se iba calmando. Al principio era un maremoto de alegría. Ya cuando se calmaba pasaba a los pequeños juegos. Solía traer su mejor juguete, un almohadón tejido que lo había tejido mi abuela paterna, que él se ponía en la boca y lo llevaba a todos lados pero lo suficientemente suave como para no romperlo ni un poquito. Como si supiera que ese almohadón era una reliquia familiar, que era muy delicado, y que no se podía romper. Era su almohadón, a veces dormía apoyado en él, y si bien lo llevaba en la boca, lo hacía como si fuera un cachorro, con suavidad. Y cuando lo mordía ante las visitas lo hacía apretándolo suave, para después lamerlo un poco, y enseguida dejarlo entre sus patas delanteras, como custodiándolo. Era sorprendente la suavidad que tenía con ese almohadón. Se lo traía a las visitas y se lo dejaba cerca de ellos, sosteniéndolo con la boca, como para que jueguen a sacárselo o perseguirlo. Después de eso dejaba el almohadón en la pieza y traía todo otro tipo de cosas, royos de papel higiénico, rollos de papel, medias, pequeños tesoros que le traía a los visitantes y se los dejaba ahí. Después ya se calmaba del todo y como era un perro ubicado se retiraba a ponerse en su cucha en silencio, y dejaba a la visita conmigo

Firulait era un gran amigo de todos, y hacia lo necesario para no incomodar a nadie. Solía tirarse al costado mío, en el paso, a descansar, cuando yo me levantaba para pasar a agarrar algo, él se levantaba a toda velocidad, como movido por un resorte, para dejar el espacio libre y que yo pasara. Era cómico la velocidad e intensidad con que se levantaba. La misma intensidad que le ponía a cada amigo cada vez que lo veía, en las fiestas de recibida. Era como si no lo hubiese visto durante muchísimos años. Ya más grande y más maduro, cuando yo me ponía a hablar con alguien en la calle mientras lo paseaba, él se sentaba y se quedaba en silencio el tiempo que fuera, hasta que terminábamos.

lunes, 15 de abril de 2024

Diario de la Argentina 2024

 

Sábado 13 de abril

 

Estoy en la casa de unos amigos, nos juntamos a comer unas empanadas y tomar una cerveza. Uno de ellos, muy generoso, nos invita a un par de nosotros Lo puede hacer porque son los primeros días del mes. La semana que viene o la otra ya no lo va a poder hacer. Antes lo podía hacer todo el mes. Uno de ellos da una noticia, en el boletín oficial Milei dio de baja a los jubilados sin aporte. El amigo que dio la noticia se iba a jubilar el año que viene. Esa noticia fría en el boletín oficial a la mañana le quitó el ingreso que necesitaba y que iba a recibir el año que viene. Pero me corrijo, no son jubilados sin aporte, es una modalidad de Cristina Kirchner que les descuenta a los nuevos jubilados el 14 por ciento de la jubilación mes a mes. Esa una moratoria. La medida es brillante, le permitió jubilarse y tener la cobertura de PAMI a millones de personas. Mi madre es una de ellas, sin eso no hubiese tenido PAMI y no hubiese podido pagar jamás sus internaciones y sus medicamentos. No solo mi amigo se ve perjudicado de esto, también 4 millones de personas más en todo el país

Hay una parte de la población que dice que esto es para beneficiar a los vagos que no trabajaron. Eso es una mentira de los medios con que estafan la creencia de todos,  en un país que tiene el 60 por ciento de la población trabajando en negro. Esto beneficiaba a los que trabajaron toda la vida en negro, porque es de la única manera en que te emplean algunos empleadores, no les queda otra. Y a las ama de casa que trabajaron toda la vida en sus casas

Vuelvo a casa, tengo los dos calefactores rotos pero me rehúso llamar a plomero porque si lo llamo me va a salir muy caro y no me da el presupuesto. Es invierno casi, un invierno que llegó antes, hace frio y llueve, esa llovizna finita que moja, molesta y dura todo el día. Mi gata que ama andar por los techos no quiere salir de la casa y se acuesta en distintos lugares de la casa. Prendo el horno para calefaccionar pero lo dejo poquito porque esta avisado que el tarifaso del gas va a ser del mil por ciento. No hace falta eso, este país es la tercera reserva del mundo de gas. Pueden poner una empresa estatal de gas, darle trabajo a un montón de personas, poner un precio subsidiados y aun así ganar muchísima plata. Pero a esta altura me temo que quieren algo más que plata. Antes pensaba que solo querían plata, ahora me temo que quieren algo más, quieren que las personas no tengan plata. Quieren que las personas sufran ¿Por qué? ¿Son perversos? ¿Se alimentan del sufrimiento? ¿O nos están debilitando para entregar los recursos naturales del país, de nuestro país, y por la tanto nuestro, lo más pronto posible? No lo sé, no llego a entender que quieren

En la cena con amigos me acuerdo que leí de pasada la noticia de que murió la tercera paciente oncológica porque el gobierno corto los remedios de cáncer de los que se hacía cargo el estado. Remedios incomparables y que los compraba el estado. A eso le sumamos las casi 200 personas que murieron de dengue porque el ministerio de salud no hizo ninguna medida para proteger a la población, salvo decir en boca del ministro de salud que usemos pantalones largos y remeras de mangas largas o buzos. Yo no le tuve miedo al dengue, pero conozco el caso de varias personas que le tuvieron terror a los mosquitos y que les agarraba pánico cuando un mosquito se metía en su casa

Otro día en la argentina de 2024 y de nuevo me pregunto ¿Qué están buscando? ¿Por qué todo esto? Es una pregunta que no puedo responder

 

Domingo 14 de abril

 

Me voy a lavar los dientes, le pongo a la pasta de dientes la mitad de lo que le ponía antes. Las pastas de dientes fueron una de las cosas que más aumentaron. Varios amigos me muestran días anteriores tikets de sus compras de pastas de dientes mostrándome los precios como algo asombroso. Algunos tienen que cambiar de marca. Llovió dos días seguidos y la ropa se sigue secando en el tender, en realidad mojando porque solo llueve. Voy a esperar que deje de llover y la ropa se seque. Lavo la ropa en un balde, poniéndole jabón en polvo. El lavarropas está roto y de la última vez que lavé en el lavadero el precio me asustó. El aumento se volvió insostenible. Me pongo a pensar y me pregunto cómo hacen con sus pastas de dientes los millones de argentinos que están en trabajos informales, desocupados, o por debajo de la línea de la pobreza. Y los millones de Argentinos que están en la indigencia ¿Cómo cuidan sus dientes? ¿Cómo hacen para pagarse un dentista? ¿Qué pasa con esos dientes de esos millones de Argentinos?. Ayer de la casa de mi amigo que me había invitado a comer me vine a remise porque llovía mucho. Apenas diez cuadras pero me costó 2000 pesos, el precio de una comida. Es lógico, las nafta en este país desde el gobierno de Milei aumentaron más del 100 por ciento. La última un aumento del 6 por ciento, pero tuvo dos o tres aumentos del 30 por ciento. No necesitan aumentar la nafta a ese precio, este es un país productor y exportador de petróleo y gas. Cuarta reserva de petróleo del mundo, que está en suelos argentinos, no en suelos privados. Se podría fortalecer una empresa estatal de petróleo, abastecer de petróleo a todo el país a un precio razonable y exportar a precio internacional. Se le daría trabajo a muchimas personas, y habría muchísima ganancia. Pero el gobierno que está en el poder negocia con internacionales para entregarle los yacimientos de Vaca Muerta, uno de los más grandes yacimientos de petróleo del mundo. Hace rato que el mundo puso sus ojos en Vaca Muerta

Leo Pagina 12 y en una de las columnas se pregunta ¿Cuándo la gente se va a cansar de Milei? En otras elabora un informe sobre lo que está pasando con las prepagas

Mi gata no me dejó dormir toda la noche, tiene la costumbre de maullarme de la nada a cualquier hora de la madrugada. Esos maullidos se sostienen y se alargan. Estoy cansado. Camino por la calle, y dos de las perras callejeras que son de mi barrio, perras comunitarias, y que me siguen cuando ando por la calle, salen a correr una moto. En la moto van un hombre y una mujer. La mujer se da vuelta y me putea. Me dice: ¿Por qué sacás a la calle esos perros? Me lo grita, de mala manera. Es la segunda moto que me putea porque la corren las perras en dos semanas. Las dos veces fueron mujeres. A las dos le dije lo mismo. No son mías, no controlo lo que hacen, no me hacen caso. Pero no dejo de notar que la gente está irritada, irritable, y propensa a putear ante el más mínimo detalle. Ahora entiendo algo más de lo que está pasando en este país. La gente no putea a Milei, putea a la otra gente, La gente no le echa la culpa a Milei, le echa la culpa a otra gente. Eso responde un poco la pregunta de hasta dónde va a aguantar la gente sin enojarse. Voy viendo encuestas las últimas semanas, son difusas, las que difunde el gobierno lo da con más de 55 por ciento de aceptación. La cifra por la que ganó, de sus votantes nadie se enojó. Las que difunden los opositores le dan un 44 por ciento de aceptación. Las dos comparten algo, ante tamaña crisis económica en la que sumergió al país los datos de aceptación son altos. Los especialistas no terminan de explicar porque. Estamos en otro país, en otro momento. En otro momento cultural, debido al bombardeo de información a través de los medios, los medios digitales y la evolución de internet. A diferencia de otras veces el bolsillo no está conectado con la mente. A diferencia de otras veces el bolsillo esta disociado de la inteligencia, y cuando el bolsillo duele la gente no puede detectar bien la procedencia de ese dolor. En este momento muchos Argentinos tienen camisetas con la inscripción de No hay plata, frase de cabecera de Milei. Y la portan con orgullo, son los mismos que se están empobreciendo. Esa frase en uno de los países más ricos del mundo, sino  el más rico. Segundo día en la Argentina de 2024

Firulait 2

 

 

2

 

El mensaje me llegó el viernes 26  10 de la mañana. Falleció Firulait. Quince minutos antes de eso yo había recibido otro mensaje: El gordito pasó una muy mala noche, se deprimió muchísimo, vomitó un vomito negro y casi no tiene reflejos. Está en las últimas. Creo que no vamos a poder salvar al gordito. Eran los mensajes de su veterinario. Con el primer mensaje yo me preparé para ir a acompañarlo en su partida, tomarle la patita mientras se iba, pero cometí el error de tardar un poquito más porque pensé que iba a tener más tiempo. Me hice unos mates para asimilar la noticia, hasta ahí yo pensaba de nuevo que se salvaba, iba a tomar dos mates y salir, y justo cuando salía me llegó el segundo mensaje. A los tres años y medio había fallecido Firulait. Toda la vida me voy a arrepentir de esa tardanza en arrancar. Todos los mensajes me dolieron. Yo ya sabía que iba a fallecer Firulait porque un mensaje que me había mandado el veterinario el día anterior, él estaba internado ya, yo a punto de salir para taichí, y un mensaje que me había enviado el veterinario hablaba de que tenía destrozados el hígado, los riñones y el estómago. Cerraba diciendo “El panorama que se nos presenta es horroroso” Era 25 de enero de 2024, un 2024 que a mí se me presentaba como un año malísimo. El 24 se estaba llevando a mi compañero Firulait. Les envié el mensajito del veterinario a los familiares y amigos que estaban interesados por la salud de Firulait. Me comuniqué con mi hermana que me dijo que ese momento tenía que visitarlo y estar la mayor cantidad de tiempo posible con él. Me acuerdo cuando recibí ese mensaje porque se me aflojaron las piernas y me invadió la angustia y el horror. Después, enseguida me resigné con la resignación acostumbrada que tenía a todas las cosas malas que me pasaron en la vida. Lo mismo siempre, dolor angustia y rápida resignación. Lo mismo me paso cuando me avisaron la muerte de mi madre, de mi abuelo y de mi abuela. Todos los avisos a la mañana, como si la noche estuviera maldita y se los llevara. Todos en el mismo lugar, la casa en la que estoy escribiendo esto. Mi hermana me dijo que le llevara un chiche que quisiera mucho  Firulait, iba a estar internado e iba a ser la primera noche en mucho tiempo que no iba a estar conmigo. Le llevé una media que él siempre me traía para jugar, para que tiremos uno de cada lado o para que lo persiga para sacársela. Fue la última vez que me miró, Firulair era un perro de miradas. Estaba en el canil que estaba internado para terapia, con la sonda que le estaban pasando para que no le doliera, estaba acostado. Escuchó mi voz, levanto la cabeza y me miró a los ojos, después volvió a acostarse. Lo tuvimos que internar porque había empezado a llorar del dolor y en la internación iba a estar asistido y sedado

Ahora mismo, mientras escribo esto siento con mucho fuerza su presencia. La sentí cuando salí del baño, como nunca la había sentido, como si estuviera acá. Y ahora mientras estoy escribiendo la siento a mis espaldas, sentadito, como se sentaba en vida, esperando como un señorcito, sin ladrar ni decir nada, que le diera algo, o algo de lo que estaba comiendo, o la correa para pasear. Se podía pasar horas enteras esperando sentadito sin decir nada a que se le diera algo. No tenía que esperar tanto porque yo enseguida compartía con el algo de lo que estaba comiendo. Pero ahora lo percibo, esta atrás, a mis espaldas, en mi lado derecho. Está acompañándome en este texto que está siendo necesario pero doloroso. La voz de él me habla en la cabeza, me dice que no quiere que escriba más de él, porque está siendo doloroso para mí

Y sin embargo sigo.

 

3

 

Todo empezó un día de enero, a mediados de enero, un día normal, metido en la rutina normal de nosotros. Yo me levanté, me vine a hacer unos mates, y Firulait vino hasta la cocina donde yo estaba, como siempre, pero no estaba normal, tenía el lado derecho de la cara hinchado. Parecía un Pitbull como le había quedado la trompa. Enseguida llamé a mi hermana y le dije lo que pasaba. Me dijo que lo llevara al veterinario porque una infección en la cara era peligrosa. Media hora después estábamos en el veterinario que estaba a tres cuadras de mi casa. Cuando entró se dio cuenta por el olor, y se agachó y empezó a tratar de irse. Lo habían inyectado algunas veces y le tenía miedo a los veterinarios. Logré calmarlo y pasamos a la sala de espera y después a la sala del veterinario. Dijo que era una infección por un problema en el maxilar, me dio el remedio en pastillas, 8 tomas en 4 días, cada 12 horas. Y una inyección  para que empezara a trabajar rápido la cura. Cuando lo inyectó lo tuve que poner entre las piernas y tenerle la cabeza para que no escapara y el Firu pego dos gritos tan claros, tan vividos, como pidiendo ayuda, porque los pegó hacia afuera. Yo me di cuenta que pedía ayuda con esos gritos para que no se lo inyectara. Eso me habló de nuevo de la bondad de Firulait, jamás se le ocurrió morderme para defenderse, o morder al veterinario. Era un perro grande,  fuerte. Solo pidió ayuda y se resignó al pinchazo. Me di cuenta lo bueno que era como perro cuando a la semana volvimos al veterinario y Firulait le movió la cola. Al veterinario que ya lo había inyectado un par de veces. No obstante eso el Firu lo consideraba un amigo y le movía la cola. Todo aquel que el firu había conocido, todo aquel que había tenido un leve contacto con él, fuera bueno, fuera malo, para el firu era su amigo y le movía la cola

Esa hinchazón en el maxilar era un síntoma de la verdadera enfermedad, la que lo iba a matar, pero los íbamos a descubrir días más tarde, y demasiado tarde para salvarlo. La enfermedad trabajó tan rápido que era imposible salvarlo, aunque lo supiéramos antes

 El primer vomito de Firulait fue cuando terminaba de tomar las pastillas (Por acá debe estar Firulait de nuevo porque ahora mismo escribo y unas lucecitas chiquititas, como puntas de aguje se prenden en la pantalla y el teclado. A veces esas pequeñísimas lucitas también se me aparecen en los libros que estoy leyendo) me levanté y había en la cocina un vomito de carne picada, la carene picada con la que le daba las pastillas. Además hubo otro síntoma ese día, cuando bajamos a ver a mi tío, Firualit amaba a mi tío, tenía muy buena relación con él, y comía lo que le daba él, Firu comía con mi tío, una comida saludable de carne cocinada o arroz con pollo. Cuando  fuimos a ver a mi tío Firulait no ladró. Siempre ladraba apenas le decía vamos a ver al tío, ladraba apenas salíamos de mi casa e íbamos abajo que estaba mi tío. Pero esa vez, si bien tuvo energía, no ladró. En ese silencio iba a estar hasta el final de sus días. Firulait ya no iba a ladrar. Tampoco comió porque había vomitado. Lo llevé al veterinario, Firu tenía energía y caminaba bien a esa altura. Días más tarde iba a caminar arrastrando las piernas. Y a los días ya no iba a caminar, yo lo iba a tener que cargar hasta al veterinario. Fui al veterinario, y cuando Firulait lo vio se puso contento y le movió la cola. Estaba viendo a alguien que conocía, un nuevo amigo. Lo trató por una descompostura, lo inyectó, me dijo que estuviera atento a que el estómago no se le dilatara más, o como se dice en la jerga, no se le diera vuelta, que si eso pasaba había que operarlo y nos fuimos a nuestra casa. Esa noche estuve toda la noche atento a que el estómago no se le diera vuelta, que no se agrandara, hinchara o cayera de costado, pero el estómago no se le dio vuelta. No obstante eso al otro día Firulait amaneció peor. Ahora estaba como doblado y caminaba más lento, parecía que hubiese envejecido 15 años. Fuimos muy lento hacia el veterinario, pero aun lo pude llevar caminando. Lo médicó para el hígado, me dijo que el problema ahora ya estaba en el hígado y lo inyectó para el dolor. Fuimos a casa caminando muy lento. Pero volvió a empeorar, y a la tarde estábamos de nuevo en el veterinario. Lo volvió a inyectar para el hígado y para el dolor. La esperanza era que con esto mejorara. Pero a la mañana siguiente el Firu caminaba arrastraba las piernas. No podía caminar del dolor, no podía recostarse todo como le gustaba a él. Se quedaba quieto largos ratos debido al dolor, y a la noche cuando estábamos durmiendo venía a buscarme y se me ponía al lado en silencio, mirándome, como pidiéndome ayuda, Firu estaba muriendo, pero yo no lo podía ayudar. Yo me despertaba, me desvelaba y contaba las horas que faltaban para la primera mañana en que abría la veterinaria e íbamos para allá. Él en su silencio me pedía ayuda. Me acuerdo la última vez que dormimos juntos, el dormía en la cama conmigo desde muy chico y habíamos dormido juntos, uno en cada lado de la cama, o él a los pies más de tres años. La última vez que dormimos juntos fue la última noche que durmió en casa, él estaba tirado todo de costado y yo pegado a él. Y allá, en el fondo de la cama  nuestras piernas se tocaban. Dormimos tocándonos los pies toda la noche, se sintió bien, se sintió de nuevo normal, de nuevo Firu en casa. Yo no lo sabía, nos estábamos despidiendo.

A la tercera vez seguida que fuimos al veterinario, el probó algo más radical, lo sedó, y lo subimos a la camilla. Le pasó suero, le sacó sangre, le hizo una ecografía y le revisó la boca. Antes de eso me había dicho que era importante que Firu dejara de vomitar, hacía tres días que vomitaba. No había vomitado a la noche, pero a la mañana antes de ir al doctor vomitó en la cama, un vomito amarillo que era todo bilis. Yo le limpié la boca del vomito antes del ir al veterinario con servilletas de papel, como si eso hiciera que ese vomito no existiera, como si eso sacara al vomito de nuestras vida y curara al Firu. Le tomé una foto al vómito, se lo mandé al veterinario y en un ratito ya estábamos de nuevo en el consultorio. A esa altura Firu estaba doblado del dolor y casi no caminaba, o lo hacía muy lento y arrastrando las piernas, a pesar que se esforzaba y lo intentaba, así que la mitad del camino yo lo cargué hasta la veterinaria. Esa breve caminata fue la última vez que caminó, desde ahí ya no caminó más.  En la camilla le hizo una ecografía y vio que el estómago se fusionaba con el hígado, que el hígado estaba muy comprometido. Después le saco sangre. Y al final le revisó la boca y ahí encontró la enfermedad. Tenía llagas en la boca, una señal de que tenía leptopirosis. Le tomó la fiebre y me dijo que tenía 42 de fiebre. Una fiebre que pasaba lo normal. Después se despertó un poco y volvimos. Lo cargue todo el camino, haciendo paradas porque me era muy pesado. En una de esas paradas paramos en el negocio de artículos para mascotas que él amaba ir y nos quedamos un ratito ahí, el acostado en el piso, consciente y sin poder moverse, y yo al lado de él. Después seguimos y llegamos hasta casa. Lo acosté en la cama, y por primera vez en todo un proceso de dolor muy grande que estaba viviendo lloró. Estaba en la cama sin poder moverse y lloraba. Llamé a mi hermana y acordamos pedir la internación al veterinario. En una hora con mis tíos en auto lo llevamos a internar. Lo dejamos en el canil que hacía de internación con una sonda. Y esa misma tarde vinieron los resultados de los análisis de sangre que daban números de deterioros terribles. Fui a visitarlo a la tarde con mi hermana, le llevé una media que usaba para jugar y fue la última vez que lo vi con vida. Si bien reaccionaba al tratamiento y mejoraba el deterioro que le había hecho la leptopirosis era muy grande. Esa vez que se elevó y me miró a los ojos fue el último contacto que tuvimos en vida con mi perro Firuliat. Nuestro primer contacto, cuando tenía 23 días fue mirarnos a los ojos. Me miró a los ojos él. Nuestro último contacto tres años y medio después fue mirarnos a los ojos. Me miró a los ojos él. En medio quedan tres años y medio de una vida de compañía maravilloso, y un dolor y un vacío que hace que el mundo se me haya vuelto distinto, mucho más feo y mucho menos habitable. Escribo de el para revivirlo de nuevo, para que en los recuerdos de los textos en presente esté de nuevo vivo. Pero esa semana de padecimiento y esa partida, Firualit, que muchas veces me oficiaba de maestro, me dejo algunas enseñanzas y una razón

 

4

Una de las tantas veces que volvíamos del veterinario, Firulait doblado por el dolor y volando de fiebre, caminando bien despacio y arrastrando por momentos las piernas, y siendo cargado por momentos por mí, estábamos en la vereda de nuestra casa, Firulait hacia días que no ladraba y no comía. Y en eso vio venir caminando desde la esquina una perrita viejita y cieguita, y le movió la cola. Se concentró en ella y la esperó moviendo la cola. Ahí Firuait me dio una nueva lección, podía mostrar alegría a pesar del estado en que estaba. A pesar de todo ese dolor y todo ese padecimiento, del estado en que tenía los órganos, igual le mostro alegría a la perrita cieguita que pasaba y la esperó moviendo la cola.

Toda esa semana Firulait hizo una serie de cosas como si se estuviera despidiendo. Otra vez lo saqué al patio, era el momento en que ya arrastraba las piernas y el costaba subir a la cama, se quedaba a mitad de camino y había que subirlo. Lo saqué al patio un poco para ver si había alguna mejora, otro poco para que se oxigenara un poco. Y caminando lento solo enfiló para la escalera que daba a la terraza, con todo el esfuerzo del mundo empezó a subir, escalón tras escalón hasta que llegó a la terraza y dio unas vueltas ahí. En esa terraza habíamos sido felices, habíamos jugado, me había acompañado mientras yo hacía taichí y el comía el alimento para perros que yo le regaba por toda la terraza. Habíamos jugado con pelotitas, o simplemente había observado a todos. Firu amaba estar en esa terraza. Aunque estaba en casa era una de nuestras salidas. Yo le decía terraza y el subía contento para la terraza como si fuera el mejor programa del mundo. En ese momento me sorprendió aun en ese estado queriendo subir a la terraza. Después me di cuenta, se estaba despidiendo de la terraza

No fue de la única cosa que se despidió por esos días, En otro momento, viniendo del veterinario, caminando con dificultad pasamos por la casa de artículos para perros a la que íbamos de pasada siempre que paseábamos, dos veces por día, al mediodía y a la media tarde. Pasábamos y él entraba y olfateaba todo, saludaba a las dueñas y después se iba, Amaba hacer eso, en el camino recibía siempre alguna golosina de regalo. Ese di asubio con esfuerzo los dos escalones de la entrada, dio una vuelta alrededor de la casa, y se fue. Se había ido a despedir de la casa y de sus dueñas

Más tarde ya en el barrio hizo que lo llevara hasta la esquina, donde estaban las perritas del barrio amigas de él, y su dueña Cristina. Llegamos hasta allá y estuvo un rato con ellas. Después volvimos a casa. Más tarde me lo dijo Cristina, vino a despedirse

En el camino había una bolsa de arena, de las de construcción, de las grandes, él amaba acostarse en esas bolsas de arena. Se frenó ante ella, dio un pequeño salto con esfuerzo y se acostó por última vez en la bolsa de arena. También se estaba despidiendo de la bolsa de arena

La otra cosa que demostró Firulait en todo esta enfermedad fue su gran fuerza y su entereza. A pesar de sufrir un dolor insoportable que lo hacía estar doblado y arrastrar las piernas de atrás no lloró hasta el último día, el día anterior a la internación, que estaba en la cama y cada tanto pegaba un pequeño llorido mientras intentaba levantarse pero levantaba nada más la cabeza y no podía más que eso. Fue un ratito, enseguida lo internamos. Después por los números que tenía y el estado en que tenía los órganos nos dimos cuenta del sufrimiento que estaba teniendo

Otra cosa que mostró fue la enorme fuerza de voluntad, para comprobar si mejoraba y contenerlo un poco, cuando él estaba tirado en la cama, yo agarraba la correa y le decía vamos a pasear, palabras mágicas para él. Y él estaba como estaba, se levantaba igual y venía a que le pusiera la correa. Eso lo haca cada vez que íbamos al veterinario o salíamos un poco

Tres veces mostró una fuerza de voluntad donde venció a los impedimentos de la enfermedad. Una vez fue la vez que se subió a la bolsa de arena, saltó, quedó colgado, trepó, y logró lo que quería. Se apoyó en la arena. Otra vez fue la última vez que orinó, las patas de atrás ya no lo sostenían, y a pesar de eso hizo un gran esfuerzo y casi temblando, casi agachado, orinó en un árbol. Fue la última vez que orinó. Y la tercera vez fue cuando se recostó por completo en la cama, como le gustaba hacer a él. Le dolía mucho toda la zona de la panza, y lo había intentado varias veces pero siempre había desistido de acostarse por completo en la cama. Esa vez, lo intentó, bajo un poco, se frenó, bajo un poco más, se frenó y bajo completamente, y se recostó por completo en la cama. Las piernas de atrás estiradas y toda la pansa apoyada en la cama. Logró lo que quería. Se le vio un gesto de satisfacción en la cara, Era un guerrero

De las razones de la muerte de Firualit que me dieron me quedo con una que me dio un amigo mapuche. Me mandó un mensaje y me dijo: Ese perro fue un héroe, fue su héroe. Por los datos tan grandes de deterioro que tenía y el daño que tenía el cuerpo tan grande, esa enfermedad no era para él, era para usted, y le tomó el por usted. El tomó y padeció algo que iba dirigido a usted, por amor